lunes, 10 de julio de 2006

El panóptico terrorífico: los crímenes de la mano muerta.

Jueves, 6 de julio, 23:47 horas.
La chica había salido a las once y media de la noche de la cafetería donde trabajaba. Normalmente nada más salir se dirigía sin dilación a la parada del autobús, pero aquella noche, al sentir el frescor de la brisa marina en su rostro, decidió deambular un rato para relajarse de lo que había sido un día largo, demasiado, de trabajo.
A la espalda del edificio, de estética marinera, que tenía delante estaba el mar, con su paseo a lo largo y sus tumbonas solitarias y frescas ya al relente de la noche. Digo que estaba el mar pero en realidad éste no se veía, tragado en una oscuridad total, percibiéndose su presencia tan sólo por el rumor de las olas. Se sentó en un banco con toda esa inmensidad de aguas oscuras y rugientes de frente, y aspiró el olor penetrante a algas y yodo, con la cabeza echada hacia atrás,y su melena larga, ondulada y de color cobrizo (de tinte de hacía tres semanas) cayéndole por la espalda. Los ojos cerrados. Se estaba relajando. De pronto sintió que debía abrirlos. Entonces la vio: larga, blanca y huesuda, una mano que yacía sobre la caliza blanca del muro bajo, a la altura de los muslos, que dividía el paseo de la playa propiamente dicha. No puede reprimir el grito sordo de sorpresa y miedo que le provoca la visión fantasmal. Pasados los primeros segundos de estupefacción se levanta despacio y, con precaución, se acerca, al mismo tiempo que hunde su mano en el bolso en busca del móvil. El bolso tintinea: llaves, monedas, el roll'om...mil cosas, por fin agarra el móvil; marca; espera. Acerca la cabeza a la mano. La tiene a un metro. No hay duda que lo es: con su muñón de venas desgarradas como cables arrancados, ¿qué hará allí?, tan sola...."Sí, oiga, ¿policía?, mire estoy en el paseo marí...¿qué? ¿mi nombre?....." Enmudeció. Se había movido. ¡Joder, se había movido!....un momento....de la red de venas que se dejaba ver a través de la piel traslúcida se notó un pálpito, como si por ellas corriera de nuevo la sangre, como si.... Entonces ya no hubo tiempo para nada más. El móvil se estrelló contra el suelo cuando la mano, la garra, saltó y se aferró al cuello de la chica, estrujándolo...sin compasión....
Una pareja de novios, melosamente entretejidos sus brazos a las espaldas, fueron los primeros en descubrir el cuerpo de la chica tirado sobre el pavimento. En su cara la expresión del horror, con los ojos abiertos a las estrellas de la noche.
Fue la segunda víctima de la mano muerta.

Jueves, 6 de julio, 09:20 horas.
Aquella mañana había decidido salir provocativa. Después de mucho hurgar en las profundidades del ropero sin fondo, encontró una mini plisada, a cuadros, que un novio muy salido le regaló hace años con la condición de ponérsela siempre que saliera con él, lo cual era todas las tardes, a no ser que por una cuestión de elemental higiene estuviera en la colada sufriendo el maltrato de la lavadora. La cosa es que el novio cada vez que la veía con la minifalda se relamía los labios y abría mucho los ojos y, si bien durante las primeras horas de la velada aparentaba estoicismo, conforme las tinieblas de la noche iban espesándose, su lado epicúreo más salvaje e incontenible acababa por salir, lloviera o nevara, estuviera alegre o se le hubiese muerto el padre, daba igual, el caso es que terminaba por arrastarla a lugares oscuros y discretos donde meterle mano, la lengua y, si se terciaba, algo más. Ella al principio se dejaba hacer divertida al comprobar como una simple falda plisada a cuadros era capaz de transformar a un muchacho agradable y educado en una bestia lúbrica y babeante, aunque en su fuero interno sentía desprecio por aquel ser tan limitado a la hora de manifestar pasión: nada parecía importarle en este mundo...excepto su mini a cuadros generosamente por encima de las rodillas. Así pues a nadie debería haber extrañado que, en una de esas noches en que él la atosigaba contra una tapia encalada, ella lo apartara de sí de un empujón, y que con un simple "quita ya coño, ya me tienes harta", no volviera a verlo más, por más que él quemara el timbre del teléfono , venga llamada tras llamada durante tres meses, preguntándole que por qué, que no entendía nada, que no sabía, que merecía una explicación.... Pero a ella no se le ocurría nada que sonara convincente hasta que, llevada por un chispazo de intuición, le dijo que se comprara una falda a cuadros y se casara con ella. Fin de la historia. Después había guardado la prenda en el último cajón de la cómoda, para posteriormente trasladarla a lo más hondo del armario durante el último intento de llevar orden, según criterios de finalidad, a su extenso vestuario, adquirido con paciencia durante los últimos cinco años, cuando decidió que debía salir de compras al menos una vez al mes con objeto de renovar un look que hasta entonces había sido pobre y monótono, nada que ver con el actual.
De esta forma, con aspecto de colegiala, entró en la cafetería en que solía desayunar, contigua a las oficinas de la editorial donde trabajaba como correctora. De camino a la barra se cruzó con Pedro, poeta aficionado y camarero, que apoyaba con maestría sobre sus cinco dedos una bandeja llena de cafés, zumos de naranja y tostadas. Arqueó las cejas cuando la vio:
-Uau, pero chica, qué piernas, ¡y qué escondidas las tenías, eh!?
-Uy, chico, y esto no es nada para lo que me guardo.
-No lo dudo, pero oye, ¿por qué me tienes malviviendo de pura especulación?
-Lo hago por tu bien nene, mirando por tu carrera de poeta. Los mejores de ellos son los que más bellamente logran sublimar su deseo sexual. ¡Ah, y el pito ni tocarlo!, si no adiós éxtasis creativo. Ala, ya sabes por qué está la poesía en crisis.
-No, por qué.
-¿Cómo no va a estarlo en estos tiempos de desenfreno onanista?
-Me abruna tu sabiduría.
-Anda, sigue pa'lante que se te van a enfriar los cafés, playboy.
Él siguió su camino a la terraza, riendo, y ella a la barra en donde se sentó en uno de los taburetes altos y giratorios, siendo sus frescos y tersos muslos el polo de atracción de los númerosos parroquianos que llenaban el bar. Se acercó Elena.
-Pero bueno, me vas a revolucionar el local.
-Ya ves, hoy me ha dado por ahí. Siempre con pantalones parezco una mojigata.
-No, si haces bien. Yo porque éste no me deja si no me pondría una súper mini que iban a flipar éstos. Ahora eso sí, todo el día me lo pasaría secando babeos.
-Bueno mujer, si quieres esta tarde salimos por ahí y te pones lo que quieras para desquitarte.
-Que más quisiera yo... Pero no, está enfermo uno de los camareros de la tarde y me tengo que quedar hasta el cierre. Oye, lo de siempre ¿no?
-Sí. Pero qué putada ¿no? Bueno otro día. ¿Está libre el periódico?
-Sí, ahora te lo traigo.
Fue ojeando páginas del diario: política:declaraciones del gobierno, réplica de la oposición, contrarréplica del gobierno, contracontrarréplica de...en fin. Noticias locales. Internacional: Israel amenaza a los palestinos, éstos a Israel, EEUU a Corea, Corea a todo quisque...Deportes. Cultura....aquí la mirada se le detuvo en una imagen. Era la foto de un cuadro del seiscientos de un caballero delgado y vestido de negro, en donde resaltaba su mano blanca como el mármol, de largos y delgados dedos, cruzada sobre el pecho. En esto llegó Elena con el desayuno.
-¿Qué miras con tanto interés? ¿Es un cuadro?
-Sí, parece que ha llegado a la ciudad para una exposición o algo así. Pero fíjate en qué mano ésta. Es tétrica. Creo que no soportaría que un hombre me tocara con una mano así.
-Pues que quieres que te diga, ¡a mí me daría una morbazo..!, con esos dedos tan largos y estilizados recorriendo mi cuello...
-¡Ala! ¿De verdad que te pone? En fin, supongo que todavía te queda algo de cuando eras fan de los cure y todo ese rollo, siempre vestida de negro y pintada como la novia de Frankestein.
-¡Oye maja! Que la reina del aquelarre eras tú, siempre la más atrevida...¡si parecías una muerta!
-Sí, bueno, ya ves, pero nos lo pasábamos bien...
Pedro volvía para cargar de nuevo su bandeja:
-¿Quién es ese? Oye Elena: dos cafés, uno de ellos largo y con sacarina.
-Estábamos comentando la mano fantasmal del tipo este del cuadro.
Se acercó al periódico hasta casi dar con la nariz en él. Pícaramente dijo:
-Éste no creo que fuese poeta ¿eh? Con esa mano tan canija y fibrosa...jejeje- poniendo su derecha en forma de tubo la agitó arriba-abajo con discreción, antes de partir riendo para desperdigar como buen cristiano cafés y panes por entre la concurrencia.
-Guarro- le musitó ella a la espalda que se alejaba.

Jueves, 6 de julio, 17:30 horas.
Llegó molido a casa. Apestando a sudor, y la camisa blanca llena de lamparones. Se desvistió y se duchó. Después puso el ventilador cenital y, desnudo, se echó en la cama del dormitorio. De la mesita cogió el cuaderno y ojeó lo escrito la noche anterior. Ahora le parecía peor de lo que le pareció anoche: versos burdos y metáforas trilladas. "No, si al final va a tener razón en lo de las pajas y la poesía, joder y como venía hoy, madre mía, qué buena está la tía, ¡jaja, y qué pícara! ¡Con que eso no es nada para lo que se guarda!, desde luego hija, desde luego". De una manera totalmente involuntaria el miembro se le iba desperezando, "joder, ya está aquí otra vez el dictador que me domina, así nunca seré poeta.... según ella claro...joder y como venía hoy.......¡bah! ¡a la mierda la poesía!". Cerró los ojos y se imaginó subiéndole la minifalda plisada a cuadros, acariciándole los muslos, el culo...aaah sí...la cama empezó a chirriar...umm...en su imaginación ella vestía un tanga rosa de encaje que él le quitó con la boca....sí, qué culo, ummm...Entonces tuvo que abrir los ojos: algo frío presionó sobre su rodilla derecha: era la mano, la mano blanca, fibrosa, terrorífica, que reptaba por su pierna sobre sus cinco largos dedos como patas de insecto...
-¡Dios mío! Aaaggghh, pero qué coño es esto, dios mío....-se agitó histérico buscando que aquel muñón de venas desgarradas cayera de su pierna. Pero el muñón había encontrado un sitio donde agarrarse...sí, lo han adivinado, allí mismo, y no solo eso, sino que además prosiguió con la tarea que la legítima había interrumpido presa del pánico, pero con tal ritmo y velocidad que estaba muy lejos de experimentar placer el desgraciado poeta-camarero.
-¡Para, para....aaaaggghh, dios mío, para...!- Pero la mano, la garra, no paraba, al contrario aumentaba la velocidad y la presión, de tal suerte, que las venas del miembro reventaron, amoratándolo espantosamente y manchando las sábanas de la cama cuando en lugar de semen salía chorros de sangre por la punta del glande. Así mismo, el corazón parecía salírsele del pecho, latiendo demasiado rápido terminó por entrar en parada cardio-respiratoria. El desdichado Pedro boqueaba, los ojos muy abiertos, no encontrando aire a su alrededor con que llenar los pulmones...su agonía duró escasos segundos, puede que demasiados.
Fue la primera víctima de la mano muerta.

Viernes, 7 de julio, 11:30 horas.
No podía trabajar. Aún le duraba la conmoción de la noticia del asesinato de su amiga, de su compañera de instituto, la amiga con la que había compartido tantas y tantas cosas; y para colmo Pedro que no aparecía: ni fue a la cafetería aquella mañana ni contestaba al teléfono.
Tenía que salir, respirar hondo, estirar las piernas, caminar hasta cansarse, hasta agotar sus nervios. Su jefe se mostró comprensivo, siempre lo fue. Salió y, sin pensar, se dirigió al centro, con la cabeza llena de recuerdos de Elena; la verdad es que siempre fueron dos locuelas; lo compartieron todo, desde los trapos negros mortuorios con que escandalizaban a sus padres hasta los novios. Luego la vida las fue separando, hasta que el destino quiso que ella encontrara empleo junto a la cafetería en donde trabajaba su vieja amiga, la cual ya había tenido tiempo de casarse, divorciarse y abortar, un aborto natural que lejos de unirla a su pareja, la distanció. Y ahora la habían asesinado...¡asesinado!...Dios, si fuese un atropello, sería más normal, o un accidente: ocurría todos los días; pero estrangulada era demasiado..¡qué fuerte!....Con la cabeza gacha pasó por delante del edificio de la Diputación Provincial en cuyos salones tenía lugar la exposición de pintura barroca en la que como lienzo insignia se había conseguido traer, desde el Prado de Madrid, aquella pintura del caballero con la mano en el pecho que tanto la había impresionado el día anterior. Ya se alejaba, con su cola de caballo de pelo negro moviéndose pendularmente sobre la espalda, ofreciendo un cuello blanco y delicado, cuando del cartel pubilicitario de la exposición, puesto sobre un caballete a la entrada de la Diputación, la mano del caballero hizo un tic, una leve pulsación, como si por una de las venas adosadas a los huesos corriera sangre, como si la fugaz aparición de la chica por el vano de la antigua portada alterara un tanto su descanso eterno, como si......

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