viernes, 26 de mayo de 2006

Ensoñaciones panópticas.

No podría decir con exactitud en qué tramo del sopor mañanero, que me sobrevino fatalmente sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, soñé con aquella extraña población de casas que se arracimaban en torno a una fuente de medio metro de altura, de chorro único al cielo y fresco ruido de chapoteo.
El caso es que en aquel poblacho había un señor con cabeza de gallina, decentemente vestido con traje y pajarita, que observaba impertérrito desde detrás de la valla de su jardín cómo una pareja de agentes del orden golpeaban y se llevaban a un ciudadano que segundos antes se había limitado a mirar la estela blanca dejada por un avión lejano partiendo el azul inmenso en dos mientras lo saludaba con la mano.
-¡Pero oiga, que se llevan a ese ciudadano!- Exclamé escandalizado.
-Algo habrá hecho.-Cloqueó la gallina.
-No ha hecho nada. A no ser que seguir las estelas de los aviones y alzar la mano sea delito en este pueblo.
-Puede ser, pero le repito que si se lo llevan es porque ha hecho algo.
-Pero ese hombre es inocente. Debemos hablar inmediatamente con alguna autoridad superior.
-¿Inocente? Nadie es inocente amiguito. Todos somos culpables. No he conocido a nadie que no lo fuese. ¿O es que usted se atrevería a afirmar de sí mismo que es inocente, que no ha cometido una fechoría en su vida?
-Bueno, de niño me dio por robar libros y cassetes pero no creo que....
-¿Que no cree? Que no cree qué, amiguito. Cada fechoria queda anotada fielmente bajo su debe. No lo olvide ni lo dude. Cualquier día o noche de éstas vendrán y le detendrán.
Como a mí. Como a todos.
Dicho lo cual volvió grupas muy digna y solemnemente y se encaminó hacia la puerta de su casa que estaba abierta quedándose, no obstante, unos momentos bajo el dintel con la cabeza vuelta a la izquierda, hacia una casa que tenía algo parecido a una tetera de bronce en la cocina que despedía mareantes resplandores bajo el sol. La gallina suspiró antes de entrar y cerrar la puerta tras de sí.
Yo me quedé pensativo y recordando, con aprensión de ser detenido, los muchos hechos culpables de mi vida cuando una música extraña, excesivamente sincopada y desarmónica captó mi atención. La arrítmica y entrecortada música salía de dos grandes y alargados altavoces junto a los cuales un hombre joven con aire de filósofo no perdía nota arrellanado en un enorme sillón orejero. Me mira con expresión significativa. Con un gesto de su dedo índice largo y delgado me indica que me acerque.
-¿Se dá usted cuenta?-pregunta.
-Sí, claro- respondo sin pensar.
-Llevo años escuchando esta Obra y siento que la revelación de su significado está pronto a descubrírseme.
Una serie de acordes destemplados, rápidos en carrera ascendente siguió a sus palabras callando él, demostrando así unos reflejos admirables o un conocimiento de la Obra no menos fabuloso. Yo intenté decir algo pero me interrumpió sumamente molesto. "Ahora no, ahora no". Después de la retahíla de acordes se hizo de nuevo el silencio en los altavoces.
Me conminó:
-Ahora, vamos, hable. Tiene cinco segundos.
-Bueno, yo en realidad le quería preguntar por una señorita de este pueblo.....
-Shhh, calle, calle.
De nuevo los altavoces parlotearon su extraño y simbólico lenguaje pero esta vez en forma de acordes que subían y bajaban por la escala mientras una flauta se quejaba por su cuenta y unos triángulos añadían estridencias al conjunto.
De pronto, sin que nada lo anunciase, se hizo un nuevo silencio tan inesperado y tajante como el cuchillo carnicero que partiera por la mitad de una sola vez a un conejo.
-Ahora. Hable, rápido. Tiene ocho segundos......un momento: cinco segundos antes, ocho segundos ahora, trece después.....Aquí hay un significado, lo intuyo. ¡Oooh, necio de mí!- se quejó mientras se golpeaba la frente-, en los silencios de la Obra se esconde una clave y yo he hecho caso omiso de ellos hasta ahora ¡Me queda tanto aún por perfeccionar mi sentido artístico...!
Parando el reproductor de música se dirige a mí en actitud resolutiva que no admitía réplica:
-Lo siento, no puedo seguir hablando con usted. Tengo que volver a escuchar la significativa Obra desde el principio, prestando la misma atención a los silencios preñados de criaturas, aún desconocidas para mí, como al mensaje sonoro. Buenos días.
Sin embargo hacía unos momentos que mi atención ya había dejado de lado al diletante para quedar atrapada por el chapoteo del agua de la fuente, que era agitada por unos niños de unos cuatro a seis años vigilados por sus orgullosas madres, sentadas a la puerta de sus casas al fresco de la mañana. Uno de estos niños tenía cara de monstruo resabiado y destacaba por sus frecuentes gritos que querían ser contestación a los continuos requerimientos amorosos de su madre:
-¡Que te calles, so bruja!
-Pero Jorgito, hijo, lo digo por tu bien, vida mía. Te vas a resfriar con tanto jugar con el agua.
-¡Que no me resfrío! Vieja tonta gilipollas.
-¡Ay que lenguaje tiene mi niño para su edad! ¿Veis?- indicaba a sus vecinas hinchada- pero si habla como un adulto ya, con cinco añitos que tiene nada más...¡Ay que prenda! Es que está muy desarrollado para la edad que tiene- explicaba la buena mujer-; yo es que desde el principio he dialogado mucho con él...lo leí en un libro eh, no os vayáis a creer...bueno pues allí decía un médico famosísimo que había trabajado inclusive en el Nueva York que el diálogo es fundamentalísimo en el desarrollo de los niños. Fijaos que cosas...¡ah! y cachetes ni uno eh, que pueden dejar unas secuelas terribilísimas de por vida.....bueno hijas, que otro día os cuento más cosas que me tengo que ir. ¡Jorgito cariño, vamos adentro que tienes que comer y cambiarte de ropa!
-Que no me da la gana ¡coño! Y cállate ya de una vez, vieja cotorra.- Contestaba el infame macaco mientras chapoteaba salvajemente en el agua con manos y pies.
Pero heme aquí que me posee un impulso misterioso que me hace agarrar al mocoso de un brazo para desencaramarlo del plato de la fuente y arrearle un cachete tal con toda mi mano abierta en sus infantiles posaderas que le arranco abundantes y dramáticas lágrimas de los ojos. Al menos dejó de ser monstruo por unos momentos para ser simplemente niño lloriqueante. Pero mi obra no fue comprendida ni mi acción valorada correctamente a tenor de la tempestad que se desató detrás de mí, en la que la voz estridente e histérica de la madre pedía a los cielos los más terribles castigos y las más luctuosas de las maldiciones que el más desgraciado de los hombres pudiera soportar jamás en su desventura y que, ni que decir tiene, iban dirigidos hacia este contador de sueños.
-Ayyyyy...!Pero que hace este desgraciao, este demonio, ¡que me lo va a descoyuntar al niño! Me cago en tu puñeterísima madre, mal dolor te diera....
El niño, sintiéndose seguro tras la anchísima falda almidonada de su madre, la aguijoneaba de la siguiente guisa:
-Dale mamá, dale...que es un hombre malo...-y mirándome con odio-: ¡Hijoputa!
Este nuevo insulto del infame mocoso me provoca otro arrebato incontenible y, zafándome de las garras de la mujer que ya habían logrado abrir surcos sangrientos en mi cara, cogí al pequeño monstruo de la oreja y tirando de ella hacia arriba le amenacé con voz fiera:
-¡Y te comes toda la verdura y la fruta o te arranco la oreja y se la echo a los perros!
-¡Ayyy.... este bárbaro... a los perros dice, ay, que me lo va a traumatizar este bruto....que me lo perturba dios mío, ya verá que me lo perturba...ayyyy...!
El niño lloraba aterrorizado frotándose la oreja encendida como el dedo de ETÉ mientras la madre la emprendía a tarascadas de fiera loca conmigo. Pero en este punto de la historia hizo su aparición un extraño personaje que resultó providencial para mi salvación. Era un personaje que llevaba en la cabeza un raro tocado semejante a un calcetín al revés cruzado transversalmente por franjas de colores que dando un fuerte empujón de mi manga me hizo ponerme delante de él, lejos del radio de acción de las temibles uñas de la madre intachable.
El hombre hablaba desde detrás de una tribuna de oradores:
-¿Usted no será extranjero eh? ¿No vendrá a perturbar la paz de este pueblo egregio?- me dice con expresión extraordinariamente desconfiada.
-Bueno, en realidad, vengo con cierta frecuencia.
-¿Sí? Pues no me suena su cara y sepa usted que soy poseedor de una portentosa memoria fotográfica, especialmente para los forasteros....porque ¿usted no vendrá a corromper nuestras costumbres, a desfigurar nuestra lengua vernácula y a despreciar nuestra gastronomía y bailes populares?¿Eh? Cuidado que yo soy el Guardián de las Esencias.
-No, no ¡qué disparate! Quiero integrarme sinceramente en este comunidad...ser un ciudadano más.
-¡Magnífico! Estupendas palabras. Sepa usted que este pueblo tiene una historia antiquísima y una singular personalidad acrisolada al través de los siglos.
-No lo pongo en duda.
-¡Bravo! Pero para ser un ciudadano de pleno derecho lo primero es hablar nuestra singular lengua de extraordinaria riqueza léxica y belleza expresiva. ¿Está preparado para la primera clase?
-Lo estoy.
-Excelente. A ver, diga conmigo: "Deseu serotu ciudadaní ejemplorosqui di iste grande nacionu".
-Deseu zeroutu...
-Serotu, serotu, amigo mío, concéntrese.
-Serotu...ciudadaní ejemplasqui di....
-Ejemplorosqui, e-jem-PLO-ros-qui.
-Ejemplorosqui.....ejemplorosqui di iste grande nacionul.
-Nacionu, sin -l final.
-Nacionu.
-Eso es. Bien, bien...tiene que mejorar eh? Eso sí se le ve con ganas y disposición pero tiene que esforzarse más por ser un ciudadano puro de este pueblo histórico, de esta nación...nacionu...quiero decir, remotísima. Pero quizá la culpa no sea suya sino de este improvisado profesor que empezó por lo más difícil. El idioma es cuestión de tiempo y estudio constante.....umm...ya sé.... para que vaya sintiendo las vibraciones nacionules y escuchando las voces de esta tierra empiece por ir vestido y comer con autenticidad. Tome.- Y quitándose el extraño gorro me lo ofrece.
-Oh no, no podría aceptarlo, es demasiado honor para un simple forastero como yo.
-Vamos, vamos cójalo. Yo tengo otro aquí mismo y cientos en casa...y esto....-rebuscándose en los bolsillos-...a ver....aquí está, esto también es para usted.- Y me puso en las manos un tosco bocadillo de pan negro cuyas gruesas rebanadas abrazaban a algún tipo de fiambre de carne blanca.- Coma, coma, ya verá como le gusta. Aquí lo llamamos el "bocadillo esencial". Muy rico y nutritivo. Y ahora si me disculpa tengo que seguir con mi tarea.
Sacando otro gorro de detrás de la tribuna, que se puso con cuidado y esmero, preparó la voz carraspeando la garganta para declamar con voz vibrante:
-¡Ciudadanos, ciudadanos! Escuchad al Guardián de las Esencias: no vistáis ropas extrañas, no consumáis alimentos foráneos, no habléis otro idioma más que el nuestru, no hagáis....
-¡Eh oiga! Sí, usted, venga aquí.. Acérquese, vamos.
Quién así me requería era un hombre alto y moreno con traje azul marino y corbata a rayas que estaba sentado frente a una máquina de escribir en el porche de la casa en la que la tetera de bronce cegaba con sus brillos misteriosos desde la cocina.
-Déjeme que le vea...umm..sí sí, no hay duda, es usted. ¿Pero qué hace con ese calcetín en la cabeza?
-Me lo ha dado el Guardián de las Esencias; asegura que es imprescindible para ser un buen ciudadano.
-Quítese ese ridículo gorro y no haga caso del tonto del pueblo hombre....así está mejor.... Bueno ¿supongo que habrá venido a verla a ella?
-Sí, ¿está ahí dentro? Tengo que entrar.-Dije ya con el gorro en la mano.
-Alto, alto, ¿pero adonde va, está usted loco?
-Pero es que debo disculparme.
-Lo sé, pero atienda primero ¿Y si no quiere hablar con usted?
-No me importa. Me disculparé de todas formas.
-Pero ¿y si no le escucha? Podría pasar que le ignorara tan absolutamente como si no estuviera allí; e incluso podría pasar lo contrario, es decir, que lo insultase y entonces ¿qué? Usted respondería al insulto y echarían a perder definitivamente esta bonita relación. Y todo por no esperar al momento adecuado.
-No responderé a la provocación. Me disculparé y me iré.
-¿Qué no responderá? Pero eso sería muchísimo peor: la enardecería aún más.....No, no, no, hágame caso, márchese y vuelva dentro de unos días. Debe tener en cuenta que nosotros pensábamos que era usted un panóptico auténtico pero cuando descubrimos su falta de reacción nos quedamos muy sorprendidos.
- Estoy avergonzado, no sé que decir mas que estaba despistado y que no fue hasta la noche cuando me vino la certeza de que era ella sin ningún género de dudas.
-Sí sí, pero nosotros esperábamos un mínimo gesto.....
En ese momento se escucharon tres golpes ensordecedores que conmovieron los cimientos del pueblo. Todo él parecía precipitarse por un agujero abajo. En realidad lo que estaba pasando es que alguien había golpeado en la puerta de mi despacho produciéndome tal sobresalto que caí del asiento donde dormitaba al suelo. Pero antes de caer, mi mano, siguiendo un impulso, se intentó aferrar al anaquel donde descansaban los volúmenes de la Enciclopedia Británica desgajando uno de ellos de su ordenada fila y dando con su canto en mi cabeza cuando ésta ya había aplastado la nariz contra el suelo del despacho. Como consecuencia de ello perdí el conocimiento durante doce horas completas en las que no soñé nada.