martes, 24 de enero de 2006

El detective panóptico y el Diablo.

Me encontraba yo en mi despacho del primer piso leyendo un librito de poesía que una extraña y guapa chica se había dejado olvidado en un banco del parque, cuando llamaron a la puerta con tres golpes pausados y tranquilos, primer rasgo de personalidad a tener en cuenta para el detective atento y en especial para el panóptico que debe ser capaz de barajar tantas variables como le sea posible.
Era un tipo más bien gordo que delgado, moreno de piel y de pelo, el cual llevaba recogido en coleta, y con perilla egipcia. Entró con aire de misterio y receloso. Al instante me recordó a uno de esos sirvientes circunspectos con la mirada demasiado cargada de los secretos de su señor. Como luego tendría oportunidad de comprobar, algo de eso había.
Como el tipo aquel, por las razones que fuesen, me desagradó sobremanera decidí que no le iba a permitir que interrumpiese las reflexiones que me suscitaban un poema singular, y a su manera bastante panóptico, del librito de la bella chica; así pues, con un gesto le di a entender que aguardase mientras yo leía para mis adentros:

¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada . Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén

¡Admirable!, pensé mientras recordaba los momentos sublimes que había pasado en mi beato sillón del despacho entregado a mis meditaciones panópticas. Mientras me regodeaba en mis pensamientos el tipo empezó a manifestar inquietud en forma de carraspeo y recolocación de su cuerpo en la silla. Cuando abrí los ojos allí estaba con su cara de lacayo, mirándome fijamente. Con pesar y sacrificio decidí ponerme a trabajar, ¡las facturas no esperan!:
-Bien, ¿en qué puedo ayudarlo?- Dije por fin.
-Necesito que encuentre a esta persona.-Dijo sin ambages entregándome un foto de alguien que al instante reconocí como la chica del libro olvidado en el parque. Aquello era ciertamente desconcertante, demasiado casual...extraño en definitiva.... Por ello decidí ponerme en guardia y ahogar en la cuna cualquier signo de emoción que delatara mi sorpresa.
-Debo preguntarle por qué no ha acudido a la policía.
- Ya lo he hecho. Pero me siento mejor si pago a un profesional para que se ocupe en exclusiva de mi caso.
El lacayo mentía con cada palabra que decía. Aún así, con el rostro de la chica y el poema en mente, decidí seguirle el juego. Lo más curioso de todo es que creí percibir que él sabía que yo sabía que mentía como un canalla, sin importarle lo más mínimo.
-Entiendo. Dígame ¿qué relación guarda con usted, es su esposa?
-No.
Hubo un duelo de miradas. La suya además sonreía con un rictus maligno. Decidí seguir haciéndome el sueco, en estos casos siempre era recomendable:
-¿Entonces?
-Digamos que es una amiga de la cual estamos preocupados.
-¿Estamos?
-Sí, la familia.
¿Qué familia, la de ella o la de usted?
-La de los dos. Perdone que no pueda ser más claro pero es todo lo que le puedo decir. Aquí, en este sobre, encontrará el dinero por adelantado de sus honorarios y los datos necesarios para su trabajo. Ahora la decisión es suya.
Efectivamente, como bien había dicho el gordo misterioso, la decisión era mía. ¿Pero era mía de verdad? Tuve la sensación de que alguien movía los hilos, incluidos los míos, lo cual a la vez que me enfadaba picaba mi curiosidad y mi actitud suicida de aceptar desafíos.
El lacayo, a todo esto, como si se limitara a cumplir con una misión, se levantó y se marchó sin esperar respuesta. Lo que estaba claro es que el dinero no era un problema para él.
Abrí el sobre, en el cual había una dirección escrita, y saqué de él un suculento fajo de billetes y una serie de fotos que eran todas variaciones sobre un mismo tema: la chica del parque.
Las observé con detenimiento fijándome especialmente en la expresión de su cara, completando sus movimientos a partir del gesto congelado, la viveza de su mirada a partir de los ojos petrificados.....El caso es que me daba buenas vibraciones.
Decidí coger la botella del mono loco y llenar un vaso para que inspirara a mis neuronas con sus gracejos y volteretas y me ayudara a tomar una decisión sobre un asunto que, desde luego, pintaba feo mirase por donde se mirase, a pesar de lo cual, mi mente se enfocaba una y otra vez en la expresión de la chica del poema panóptico. Mi intuición me llevaba a ella, y esa intuición me inclinó por fin a decidirme a aceptar el caso, que en realidad, sabía en mi fuero interno, era un falso caso.
Falso o verdadero cogí la pasta (que era muy verdadera), las fotos y salí a la calle.

Una vez en ella encaminé mis pasos hacia el parque de forma precipitada con la vista reconcentrada dirigida al suelo. El cielo amenazaba lluvia y el paraguas negro como siempre había quedado en su paragüero En el parque, en cuyo centro había una estatua de un famoso político que estaba hasta la coronilla de mierda de paloma, me senté en el banco donde se había sentado la misteriosa chica del librito y desde ese punto focal dediqué una mirada expeditiva y de amplia perspectiva en derredor, buscando no sabía muy bien qué. Quizás una idea. La idea no llegó aunque sí una gitana de esas que se empeñan en darte una ramita de romero y leerte la mano. Yo me dejé hacer. Y después de augurarme de que tendría dos niños preciosos y de que me iba a tocar la lotería fue cuando me vino la idea.
-Eh, oiga, ¿no habrá visto usted a una chica que leía un libro justamente en este banco esta mañana temprano?
La gitana enseguida me mira oblicuamente y con cierta ojeriza:
-Ay, ¿no será usted pulisía?, ¿verdad?
-¿Yo? No mujer, que voy a ser.
-Es que mi papa me lo tiene dicho siempre, "no hables con la pulisía que sólo por ser gitanita te meten en la cárcel".
-Ya le he dicho que no soy pu... digo... policía. ¿Dígame la ha visto o no la ha visto?
-Si quiere que se lo diga tendré que ver también su otra mano, pá saber su h'intensiones.
-Ya veo que domina bien los entresijos de su empleo eh? Ande, aquí tiene.-Dije extendiendo la mano izquierda con la palma hacia arriba.
Ella la observó meticulosamente haciéndome cosquillas con sus largas uñas mientras me relataba de nuevo el consabido rosario de obviedades. Según parece todo era felicidad y suerte en mi vida. Al cabo de la sesión me reclamó la voluntad, la cual nunca debía ser menor de cierta cantidad.
-Mira payo, como veo que eres de buena ley te diré que la niña morena esa guapa que buscas se puso a discutir con dos calvos mú largos y con perillas que la metieron en un coche negro como el pelo de mi sarai y ya no sé más.
-¿Y eso cuando fue? ¿Hace mucho?
-Ay, ¡y yo que sé payo! Tantas preguntas me están mareando, ¿tú de verdad no serás pulisía no? Que mira que mi papa ma'dicho.....
Dejé de oírla; saqué del bolsillo el sobre que me había dado el lacayo gordo y leí la dirección escrita en él. No me lo pensé dos veces y decidí meterme en la boca del lobo.
El taxi me llevó a una Urbanización que estaba en una colina desde donde se tenía una amplia visión del mar, que en ese día plomizo y ya atardeciendo era gris. Nos paramos frente a lo que parecía ser un conjunto residencial de forma rectangular. Me acerqué a la puerta que era de madera maciza a doble hoja y llamé. Al poco después asomó el careto un tipo calvo y con perilla, como no.
- Me están esperando.- Dije sin más.
-Pase.- Contestó a su vez el calvo, también sin más.
Fui conducido hasta una habitación, especie de despacho, cuya puerta de madera, también doble pero de decoración profusa a base de tallas arabescas, tenía como tiradores a dos cabezas del bifronte Jano. El calvo silencioso y circunspecto abrió la puerta sin llamar echándose a un lado para dejarme pasar. Pasé y la puerta se cerró tras de mí. En el interior se encontraba un tipo gordo y grande interpretando sentidamente a violín una pieza para virtuosos a base de escalas y cromatismos a velocidad endiablada. Yo aproveché para echar un vistazo, un retrato fotográfico enmarcado de Aleister Crowley y una representación tridimensional del Universo aristotélico fueron, entre tanta fruslería de buhonero heterodoxo, lo que acapararon mi atención.
De pronto, con la cara echada sobre el violín, me clavó dos ojos inquisitivos y penetrantes. Interrumpiendo bruscamente su interpretación me dijo:
-¡Ya ha llegado! Le esperábamos.
Yo saqué del bolsillo interior de mi raída chaqueta el sobre con el dinero.
-He venido a devolverle esto.- Dije al tiempo que lo arrojaba sobre la mesa.- Usted me contrató para encontrar a la chica pero yo he venido para lo contrario, para llevármela.
Rió con malicia.
-Vamos, vamos, dejemos eso por ahora. Ya habrá tiempo.- Dijo misterioso.- Baste con que sepa por ahora que esa chica ha sido impura y que usted está aquí para salvarla.-Iba a hablar pero me interrumpió ,-mire, le venimos observando desde hace tiempo. Es más, no hace mucho resolvió usted brillantemente un caso para uno de nuestros más destacados hermanos, y más influyentes desde la cima del poder, !sí! ¿le extraña?- yo no había manifestado ningún signo de sorpresa, pero lo dejé que terminara lo que parecía iba a ser una larga masturbación pseudointelectual,- no debería, nuestras ramificaciones mundiales y nuestra presencia en los centros neurálgicos y de toma de decisiones es muy profunda aunque aún no completa. Por ello estamos reclutando a individuos que por sus características en realidad, de una manera espiritual, ya pertenecen a nuestra hermandad. Lo único que les falta es la conciencia del trabajo grupal enfocado para un determinado fin. En resumidas cuentas, lo que les ofrezco es el cumplimiento de su destino. Y por eso está usted aquí.
Recogió del suelo un gato negro y empezó acariciarlo con una mano en la que resaltaba el rojizo fulgor de una piedra que lucía en su dedo anular.
-Ya veo que también usted tiene afición por los gatos, ¿también piensa desollarlo vivo como su amigo Crowley?
-jajaja.. No crea todo lo que digan sobre mí.... Sí, ha oído bien,.... sobre mí. Porque yo soy su reencarnación actual. Y he venido para proseguir la obra y culminar el templo, en el cual usted puede tener el honor de participar, porque debe saber que los individuos panópticos como usted son especialmente luciféricos.
- Me siento halagado. ¿Así pues estoy siendo tentado como Cristo en el desierto?
Rió con desprecio.
-¿Ese?...jajaja, -bajando la voz se acercó a mí- a ese lo tengo de barrendero en el infierno.
Aquel tipo en su delirio me empezaba a resultar divertido.
-¿De veras?
-¿No me cree? Tiene usted que saber que aquel piojoso vagabundo se dejó tentar cuando le puse el mundo a sus pies. Jajaja, Y bien que cumplí con mi parte del trato ¡Más de la mitad de la humanidad se arrodilla ante su imagen en los templos! jajaja- rió con ojos lleno de satisfacción maligna para decir:- sin embargo a él lo tengo purgando su pecado en el círculo más profundo del averno.
Aquel tipo parecía haber llegado ya al espasmo final, por lo que decidí contraatacar:
-Muy interesante, de verdad, pero dejémonos de teologías y volvamos a la antropología, ¿dónde está la chica?
-¿La chica? La chica será sacrificada a las potencias espirituales de la naturaleza, mis queridos devas. Antaño se les tributaban bastantes sacrificios. Hoy, por desgracia, esa práctica está en desuso. ¡Pero yo, siempre benevolente con mis criaturas, las sacio de vez en cuando y usted- dijo señalándome con su índice regordete- oficiará el acto!
-¿No me diga? Mire le diré una cosa tonto del culo, bola de grasa mefítica, no me agrada, no me gusta, es más, me da como tres patadas en los cojones que me adjudiquen el papel de protagonista sin haberlo pedido. Y ahora, después de haber sido paciente y generoso ante tal potaje de gilipolleces, dígame donde está la chica.
Se me quedó mirando fijamente a los ojos con su estúpida sonrisa de autosuficiencia cuando sentí como si todo el puto Big Bang estallara en mi mi cabeza. Fue un dolor breve pero intenso que supuso la caída del telón para mí.

Emergí de pronto del fondo de mi agujero negro ayudado por los guantazos que un tipo de mirada dura y calvo como la luna me propinaba. Eran cuatro, todos con capuchas negras y perillas, uno de los cuales portaba una botella de anís y una caja de pastillas. Fue ver la botella y alegrarme de ver algo agradable y familiar entre tanto loco desatado. El tipo de la botella se me acercó y sin pedir permiso intentó que todo el contenido pasara del buche del simpático mono al mío. Yo me resistí, no porque me desagradara el anís, que de sobra es conocido que no, sino por mi manía de hacer las cosas que me concernían directamente cuando a mí me diera la gana y no a los demás, por ello resultó de lo más natural del mundo el que yo le vomitara al tipo cada gota que intentaba forzarme a beber, quedando el colgado calvorota como un gapo de pegajoso y dulce anisete. Lo malo fue recibir la somanta de palos de dimensiones diluvianas que caía sobre mí.
Sea como fuere el caso es que el pringado (nunca mejor dicho) logró que pasara el suficiente líquido y las suficientes pastillas como para hacerme sentir, además de mareado, con los músculos fláccidos y el control de mi cuerpo perdido. Pero justamente en esta situación es cuando mi naturaleza panóptica vino en mi ayuda. Y es que fue suficiente esa conciencia como para hacer brillar un punto diminuto y lejano en mi interior al que me aferré como tabla salvadora de mi naufragio físico.
Fui conducido a rastras a algún sitio lleno de gente con túnicas negras que entonaban cánticos. Yo debía ir por un pasillo central ya que a ambos lados veía ojos encapuchados que me observaban al pasar. Al final del pasillo pude ver como un escenario que se elevaba en un plano superior. Allí fui conducido y sentado en un silla a la cual me amarraron para que no cayera. Efectivamente mi cuerpo podía caer como un plomo muerto, pero lo que no sabían esos mentecatos es que yo estaba agarrado al puntito de luz de mi conciencia que iba creciendo y acercándose a medida que el tiempo pasaba.
De pronto el escenario quedó en penumbras y los cánticos cesaron al mismo tiempo que, de no se sabe donde, apareció sobre él el Hierofante, el Gran Maestre o, dicho en mi lenguaje, el gordinflón chiflado con ínfulas de Príncipe de las Tinieblas.
Ahuecando la voz con fanfarronería empezó:
-¡Hermano! Estás aquí convocado para ser enfrentado a tu destino. Tú eres uno de los nuestros. Tú ansías lo universal, el conocimiento, ¡la sabiduría! Tú ansías descubrir el punto ¡Sí! ¡El Punto Panóptico del Universo! El punto desde el cual todos los secretos te son revelados; el punto desde el cual el Gran Arquitecto trazó la Circunferencia de la Creación, la piedra filosofal de los alquimistas....
Sus palabras inmediatamente tuvieron el efecto de un imán para mí, ejerciendo un embrujo extraordinario. Las garras con las que me aferraba a mi punto interior habían relajado un tanto su presión.
-Sí, el punto, el punto...-, me sorprendí balbuceando casi sin querer.
El Hierofante continuaba:
-El punto es Lucifer, el Hijo sin el cual nadie puede contemplar la Obra. Es la luz del Conocimiento, la antorcha que alumbra el Templo de la Creación. ¡Oh hermano! ¿quieres contemplar la Creación?
-Sí, sí quiero, quiero.
-¿Crees en Lucifer, fuente de sabiduría, que tiene su Trono en el mismo Punto Panóptico del Universo?
-Sí sí creo....- Mi punto interior menguaba más y más y mi conciencia se iba enfocando en la búsqueda y ansia del punto exterior.
En ese momento soltaron las amarras que mantenían mi cuerpo erguido para que dos fuertes manos me auparan por los sobacos llevándome ante la presencia del poderoso y enorme Hierofante al que miré por primera vez con temor reverencial. Él sonreía malignamente, satisfecho por su triunfo sobre mi alma. Entonces se hizo a un lado y apareció ante mi confusa e inestable mirada la figura de la chica, tumbada, amarrada y completamente desnuda.
-¡Hermano! La llama, el fuego es el símbolo de nuestra fe; quién traicione al fuego deberá ser sacrificado y purificado por el fuego, y el que pretenda alcanzar el Punto debe entregar al fuego de la sabiduría una víctima para mantenerlo vivo por siempre en su interior. Debes alimentar tu fuego, ¡oh aspirante de los secretos! ¡Hágase la voluntad de Lucifer! ¡Purifícala a ella y haz que la llama divina entre en ti...!!
Mientras hablaba me puso una antorcha en la mano que yo levanté con decisión fanática...el coro continuaba en la sala agobiante y conminativo ¡"Purifícala...que la llama divina entre en ti!". En ese momento mi mirada se cruzó con la de la chica....
-¡Haz que el fuego entre en ti...el Punto Panóptico te espera!
El punto panóptico, el punto panóptico....
De repente mi punto interior empezó a brillar de nuevo, mi intuición hizo volverme hacia él y de las pupilas de la chica salió el verso: "Los ojos no ven, saben". La miré fijamente, sabiéndola. Sus ojos volvieron a recitar: "el instante lo exalta...sin vaivén". Mi punto interior se agrandaba....
De pronto grité y volviendo a levantar la antorcha me volví a la cara de mal triunfante del Gran Gilipollas del Universo que comprendió al instante lo que iba a suceder a continuación, su expresión se tornó seria para pasar a aterrada cuando descargué sobre él toda la sabiduría del fuego sagrado.
-jejeje, no querías fuego cretino, pues ahí lo llevas para que ardas en la luz del conocimiento..jajaja
La enorme bola de sebo comenzó a arder y a gritar histéricamente. El fuego sagrado tendría trabajo antes de lograr consumir tanta mole de Ignorancia y Soberbia.
Mi punto panóptico interior ya brillaba grande cómo un sol, haciéndome sentir lúcido y con la fuerza suficiente como para empujar, por el prosaico método de la patada en el culo, al Hierofante sobre los monjes negros que ya corrían sobre mí con afán vindicativo.
-Ahí lleváis al Maestro, doraito y en su punto, ¡adoradlo, malandrines! jajá jajá..
La verdad es que me encontraba un poco desquiciado. Era el anís que corría por mis venas que pasado por la criba de mi punto ya refulgente le daba ese toque personal y como alucinado a mis cogorzas.
Mientras el caos lo invadía todo y ya nadie pensaba en ajustarme las cuentas sino en mantenerse libre de la barbacoa, desaté a la chica que !uau! ¡qué perolas!¡qué muslos!..¡Y que yo no me emocionara antes ante la visión de tan Magna Obra!¡Había que ser fanático idiota! En cualquier caso controlé mi libido y le ofrecí gentilmente mi chaqueta para que cubriera la serranía de su cuerpo.
Aquello se estaba poniendo feo de verdad. Era un infierno donde decenas de luciféricos panópticos ardían como cucarachas.
Sin embargo la cuestión era salir de allí en seguida por lo que eché una mirada de las mías, expeditiva e implacable, a la sala. En seguida descubrí, casi oculta por una espesa cortina, lo que parecía ser una puerta de emergencia. Por allí salimos al aire frío de la mañana de un nuevo día que despuntaba. Nos sentamos al borde de la carretera que circundaba la colina tosiendo como locos. Ya más tranquila la chica me mira y me dice:
-Pero ¿quién es usted?
-¿Yo? Verá, he venido para devolverle esto.-Dije mientras le sacaba el librito de la chaqueta para dárselo, -se lo dejó en el parque esta mañana, quiero decir ayer por la mañana.
-No me lo puedo creer.-Dijo con incredulidad sincera.
-Pues créaselo. Ha sido salvada por la Poesía y las obsesiones de un detective panóptico.
En ese momento detrás nuestra escuchamos un grito desgarrador. Era un luciférico envuelto en llamas que corría hacia nosotros con los brazos en alto, nos hicimos a un lado, precipitándose como una estrella caída del cielo colina abajo. En el horizonte el mar paría al Sol. Nos quedamos en silencio contemplando las maravillas de la creación.

miércoles, 18 de enero de 2006

La fe inquebrantable del detective panóptico.

Después de las vacaciones forzadas y de que las aguas volvieran a su cauce, volví a mi querido y viejo despacho en el centro de la ciudad. El ascensor ya reptaba achacosamente por su oscuro hueco, a pesar de lo cual decidí subir a pie; prefería asfixiarme antes que quedar atrapado en tal armatoste claustrofóbico. Bufando llegué arriba donde ví a un hombre con aspecto desaliñado, sin afeitar ni peinar y con un traje caro de esos con nombre de gigoló italiano completamente arrugado, dando pequeños paseos de ida y vuelta delante de la puerta de mi despacho. No me dio buena impresión, pero la calidad de las telas con la que cubría sus carnes me indujeron a pensar en alguien con recursos pasando por un bache sentimental. En fin, la típica historia.
- Buenos días, ¿me estaba esperando?
-Eh? ah sí...es usted el detective?
El tipo me dio toda la impresión de ser un lelo sin discusión.
-Sí, lo soy.- Dije al tiempo que abría la puerta.- Por favor, pase y siéntese.
El lelo pasó pero antes de sentarse miró en derredor como asustado.
Yo me senté en mi sillón giratorio y esperé al consabido relato de los infortunios de un hombre reconcomido por los celos y las dudas.
-Es agradable esto -dijo . Debo reconocer que me sorprendió. Era el primer cliente que utilizaba tal adjetivo referido a mi tugurio. El tipo, definitivamente, era lelo de campeonato.
Ante tal circunstancia, y para estar preparado, decidí tomar mi anisete de todas las mañanas. Pero cual no sería mi sorpresa cuando al abrir el mueblecito no hallé en él la botella del simpático mono.
-¡Joder, maldita borracha perdida!-, grité sin contención.
El lelo dio un respingo que casi lo mata del susto. Tuve que explicarme:
-¡Ah, no se preocupe, no tiene nada que ver con usted, es esa vieja borracha que me limpia el despacho una vez por semana! Me cago en su......-Estaba frustrado de verdad, y aquel tipo iba a pagar el peaje de mi frustración:
-Bueno qué, ¿me va a contar lo que le ocurre de una vez o va a seguir diciéndome lo bonito que es mi despacho?
-No no no, yo sólo esperaba que usted me lo preguntara. Yo.... he venido para que usted encuentre a mi hermana.
-¡Joder, ya empezamos! Un tipo original eh?....usted no puede buscar a la alegre pone-cuernos de su mujer como todo el mundo, NO, el señor tiene que buscar a su hermanita....
El lelo estaba realmente acojonado. Fue al ver el pánico en su cara cuando reaccioné y me contuve, rectificando:
- Mire, perdóneme, ¿qué le parece si continuamos esta conversación en la churrería de enfrente. Realmente necesito desayunar.

Y así fue como yo delante y él detrás nos dirigimos a la churrería de Juanito.
Nada más atravesar la puerta del establecimiento empujé al pobre chico para que se sentara ante una mesa mientras yo me fuí disparado a la barra:
-Oye Juanito, ponme un anisete anda.- Fue visto y no visto. Ya me sentía mejor y reconciliado con el mundo.
-Oye, llévame lo de siempre a la mesa.
Ya ante mi cliente me dispongo a recuperar mi actitud profesional:
-Bien, y ahora por favor cuénteme su caso.
-Eh? ah sí...pues verá mi hermana ha desaparecido y no tengo idea de donde puede estar. La verdad, estoy muy preocupado y....
-A ver a ver, un momento, lo primero de todo dígame ¿por qué no ha ido a la policia?
-¿Qué? ¿La policía? Ah sí... No, verá, no nos conviene, somos personas conocidas, prefiero llevar esto con discreción.
En ese momento llegó el camarero con mi desayuno: una copa de anís hasta los topes y cinco hermosos y lozanos churros.
El lelo se quedó más alelado aún y su rostro adquirió incluso ciertos tintes de solemnidad.
-Sí ya sé lo que está pensando pero le diré que yo soy un detective científico, empírico....con inclinación hacia la experimentación. Sólo así se descubren nuevas cosas y se consigue enriquecer la vida. Fíjese, si no hubiese tenido ese espíritu nunca habría descubierto el placer de los churros anisados...¡un verdadero manjar! ¿Quiere probarlo?
-¿Qué?...o no ya he desayunado, gracias.
-Usted se lo pierde...bueno mire vamos al grano. Necesito respuestas para algunas preguntas. Ya sabe, las clásicas de cuándo, cómo, dónde y por qué. Pero con que me diga el cuándo y el dónde me conformo. Porque le presupongo desconocedor del porqué y el cómo, ¿o no?
- En efecto, desconozco por qué y de qué forma ha desaparecido. Pero sí le puedo decir el dónde y el cuándo.
Mojo el primer churro en el anís mientras espero. Tras unos segundos levanto la vista y se la clavo en su careto alelado.
-¿Y bien, a qué espera?
-¿Qué? Ah, perdón no quería interrumpir sus reflexiones.
-No estaba reflexionando, estaba mojando el churro.
-Ah bien, pues en ese caso le diré que fue el sábado pasado durante la celebración de un mitin político en.......
Salté como si me hubiesen dado una patada en el culo:
-¡Ah no! Lo siento pero yo soy un hombre de principios entre los cuales tengo como uno de los más sagrados no inmiscuirme en cuestiones de política. ¡Detesto a los políticos!...¡Que si la ciudadanía piensa esto, que si quieren lo otro! ¡Oiga, pues a mí nadie me ha preguntado nunca lo que quiero o dejo de querer o si me gusta o disgusta esto o aquello!...no no no. Son una panda de manipuladores y yo, amigo mío, soy una persona muy independiente...Así pues, lo siento pero no puedo hacerme cargo de su caso.
El lelo palideció y dos lágrimas asomaron a sus ojos, haciéndoselos vidriosos y brillantes .
-Pero....tiene usted que ayudarme, mi hermana solo me tiene a mí en el mundo....sólo me ha tenido a mí desde que murieron nuestros padres....hemos sufrido mucho por ello todos estos.....
Toda aquella escenita patética estaba a punto de echar por tierra mi desayuno y no estaba dispuesto a ello. Así pues le atajé:
-Eh, pare el carro, que yo he tenido madre y cuatro padres...no a la vez claro, sino uno detrás de otro..., y le puedo asegurar que no por tener tantos y tan variados mi vida ha sido más agradable.....pero mire, deje ya de lloriquear, le diré lo que vamos a hacer: me quedan cuatro churros por comer, pues bien este será el tiempo de que dispone para convencerme y ocuparme de su caso. Así pues se lo pondré fácil. A ver dígame de una vez dónde desapareció.- Le dije mientras hundía el primer churro de su cuenta atrás en el copazo.
-Pues mire, como ya le he dicho desapareció el sábado pasado durante un mitin en la Plaza De Toros.

De repente me sentí feliz.

-¡Una plaza de toros! Le diré una cosa: yo adoro las plazas de toros. Tengo predilección por ellas.
-¿Por qué?- preguntó extrañado el lelo.
-Por que son circulares, amigo, circulares.- Dije con énfasis.- y para un detective panóptico vocacional como yo, eso es lo más.

Decididamente estaba de buen humor, pero ya había engullido el segundo churro y el lelo todavía no había hecho avances significativos para convencerme, a pesar del golpe de efecto de la plaza de toros.
Frunció el ceño preocupado. Quizás empezaba a sentir algo de estréss por que miró el reloj maquinalmente en vez de a los churros, la verdadera medida del tiempo en su caso.
Decidí echarle un cable:
- Mire, lo de la Plaza me ha gustado pero no es suficiente motivo como para renunciar a mis principios. Además le diré que me parece muy improbable que alguien pueda desaparecer en una Plaza de Toros...pero dejemos eso para más tarde...¿tiene una foto de su hermana?
-Sí, justamente llevo una en la cartera.

Nueva espera. Este sin duda era un lelo muy puro.
Decidí ser benevolente:
-¿Puedo verla?
-¿Qué? ah sí claro, disculpe, es que hoy estoy un poco....

Me entregó una foto de una chica morena muy muy interesante. Guapa, atractiva, rostro aristocrático; de mirada intensa e inteligente además de bondadosa....
-Umm.- Fue mi respuesta mientras masticaba el último pedazo del tercer churro anisado. "Increíble" -pensé- "¿Como podía este lelo compartir genes con tal ejemplar de mujer?"
Ataqué el cuarto y último churro ante la mirada desesperada del hermano de la hermosa. Yo seguía contemplando la foto mientras meditaba panópticamente cuando me interrumpió:
-¿Y bien?
-sshhh, no me interrumpa, ¿no ve que estoy meditando?
-Perdón.- Musitó azorado.
Antes de engullir el último bocado churrero tomé por fin una determinación:
-Le voy a ayudar.- Sentencié- Pero tendré que quedarme con la foto.
-Sí claro, quédesela.
-Y ahora si me disculpa,tengo que trabajar.
Me levanté y me dirigí a la salida dejándole con la responsabilidad de la cuenta, tranquilo de saber que no se lo tomaría a mal.

Ya en la calle me tiro delante de un taxi el cual quema ruedas para no atropellarme. Le enseño mi falsa placa de policia para acallar sus maldiciones y buenos deseos para la familia, ordenándole al mismo tiempo que se dirigiera sin dilación a la Plaza de Toros. Estaba excitado, aparte de por el anís y la foto, por la intuición panóptica de que algo no marchaba bien. Y es que sencillamente no podía creer que alguien pudiera desaparecer en una Plaza de Toros. "Es imposible, imposible", me repetía con obsesión creciente.
Sumido en mis pensamientos el viaje se me hizo muy corto.

Nada más llegar, no tardé en localizarla. Al natural, por supuesto, era una mujer que quitaba el hipo. Se encontraba ante un gran retrato del que supuse sería el politicastro del mitin en cuestión. Estaba tan reconcentrada observando el careto aquel que no parecía consciente del gran ajetreo de mozos y técnicos que embalaban cajas de sonido y luces que arrastraban hacia el interior de un camión de donde volverían a salir al cabo de pocas horas para dar soporte carnavalesco a las mentiras de esos astutos personajillos politicos.
No dudé ni un segundo la estrategia a seguir. Me acerqué y me puse a su lado observando a la vez la sonriente carota ampliada. Al instante me resultó familiar.
Ella se volvió y me dijo:
- ¿Le gusta? Quiero decir, ¿le merece confianza como para votar por él?. Me interesa la opinión de un hombre del pueblo como usted.
-Ah, vaya, gracias, pero no, lo siento le tengo alergia a los políticos, pero mirándolo bien le puedo decir que se parece bastante a su hermano.
-¿A mi hermano? ¿Qué hermano? ¿Quién es usted?
- Soy detective y su hermano me ha contratado para que la encuentre.
La situación le debía de parecer muy divertida ya que rió con espontaneidad:
- Oiga, me parece que le han tomado el pelo. Ni tengo hermano ni, como ve, he desaparecido.
-Eso ya lo sabía yo de sobra. Nadie desaparece de una plaza de toros, es panópticamente imposible.
Rió de nuevo:
- Me resulta usted muy divertido.
-Sí, es que los hombres del pueblo somos muy divertidos. Pero si me permite le diré mi parecer sobre usted: está como para mojar pan y rebañar el plato.
Sonrió con picardía, fingiendo enfado:
-¡Vaya, un lanzado!
-Más que un cohete atómico. Pero mire, antes que cohete soy profesional detectivesco y debo concluir el trabajo que me han encargado, que aunque de hecho ya está concluido por tenerla a usted delante de mis narices, sin embargo hay algunas zonas en sombra, en penumbras que desquicia mi prurito panóptico. Mi finalidad es conocerlo todo y arrojar toda la luz sobre los casos que acepto. Por ello me pregunto lo siguiente: ¿si el lelo no era su hermano entonces quién coño me contrató esta mañana?
La hermosa se le queda mirando ausente, como si estuviera recibiendo algún mensaje telepático. Y algo de eso debió ocurrir cuando dijo:
-Espere un momento...¿dice que ese individuo se parecía al candidato de la foto?
Me tomé mi tiempo antes de responder. No me agradaba aquella situación en la que yo era el interrogado y no el interrogador. Debía retomar la iniciativa. Mi mente trabajó a la velocidad de la luz analizando el contenido de la pregunta y el lenguaje corporal de la maciza antes, durante y después de que la formulara, todo esto mientras el careto embobado del lelo se me venía una y otra vez a la cabeza. Cuando tuve claro el asunto, afirmé con rotundidad:
- Así que el candidato perdió la chaveta por alguna razón que desconozco y me contrató haciéndose pasar por su hermano.
-¿Está seguro de que era el mismo hombre?
La maciza tenía personalidad. Se empeñaba en llevar la voz cantante pero en aquella opereta el papel de tenor solista ya me lo había reservado yo. Mi orgullo detectivesco estaba en juego.
-Completamente -dije-. Pero dígame ¿desde cuando dura el affaire?
Me miró entre sorprendida y enfadada. ¡Justo en el blanco! La verdad es que fue un tiro casi a ciegas, pero fuera como fuese era de ese tipo de cosas que me subían la moral.
-¡Eso no es de su incumbencia!
-Cierto, pero la cuestión es que el lelo candidato anda por ahí perdido, como un enamorado despechado y que como se entere la prensa el escándalo va a ser morrocotudo.
-Sí, pero eso no ocurrirá, ¿verdad?
La miré a los ojos con desafío, ella recogió el guante. Era una auténtica pantera. ¡Hay lelos con suerte! pensé.
Sonreí.
-Por supuesto que no; soy un profesional detectivesco no un vulgar paparazzi.
Ya más tranquila dijo:
-Lo que no entiendo es para qué contrató a un detective.
-Se lo diré yo: para que la lleve ante él. Esto ni él lo sabe porque está confundido; en estos momentos son sus deseos e instintos los que han tomado las riendas de sus acciones. A mí sólo me eligió para que actuase como mensajero para transmitirle su desesperación. Y le diré más, me apostaría una botella de anís a que sigue esperando en el bar donde lo dejé a que usted aparezca.
-Entonces, debemos ir enseguida.-Dijo ella con decisión mientras se dirigía a un coche que debía ser el suyo.
-Un momento, no tan rápido. Como ya le dije antes soy un profesional y como tal exijo mis honorarios. Su tortolito ya me pagó para encontrarla a usted (mentí), ahora será usted la que deberá pagar si quiere encontrarlo a él.
Se paró en seco, con fastidio por el tiempo que le hacía perder las formalidades del detective panóptico. Pero en fin, el hombre estaba obsesionado con ser un profesional. Así pues abrió el bolso y sacó su chequera.
-Bien, ¿cuales son sus honorarios?- preguntó impaciente.
Yo no dije nada, sencillamente extendí la mano derecha abierta con la palma hacia arriba. Ella entendió el gesto y arrancando un cheque en blanco me lo puso en la mano con resignación.
Yo simplemente escribí el nombre de un restaurante y una hora y se lo pasé.
Ella se quedó mirando el cheque tras lo cual rió deliciosamente:
-¡No tiene usted remedio!
-Lo sé.

domingo, 15 de enero de 2006

Historias de panópticos y de famas, (con permiso de Julio Cortázar).

No sé si sabrán aquella historia del panóptico que se va de viaje a China y se encuentra con una fama. Sé que es difícil encontrarse con una fama en país tan inmenso pero deben tener en cuenta que son de ese tipo de proezas solo al alcance de los panópticos, que saben otear el horizonte como nadie, y de las famas, que exiben una similar capacidad para dejarse otear. Bueno pues como digo, este panóptico cumple por fin con un viejo anhelo: viajar al Gran Oriente Amarillo. Y es que era en extremo ambicioso y amante de los retos difíciles, más aún, imposibles, en opinión de sus amigos. Pero él siempre había sido un panóptico especial, dotado de un optimismo que algunos no dudarían en calificar como de antropológico o, para ser más exactos, panopticológico.
Pues bien, una vez en el Imperio del Gran Timonel ausente, aunque muy presente, y a un tris de perder la razón por la inmensa tarea que se traía entre manos, y en parte gracias a ella, fue cuando descubrió a la fama, que por supuesto deambulaba por entre la multitud, que en China es mucha, de la más cosmopolita de sus ciudades. El reconocimiento fue mutuo e inmediato, como dos piezas de un puzzle que llevaran tiempo buscándose para completarse. El hecho de que fuera en China y no en la misma ciudad en la que residían demuestra cúan increíbles pueden llegar a ser las historias de panópticos y de famas.

viernes, 13 de enero de 2006

El detective panóptico.

A las nueve en punto había tomado posesión de los dominos de mi despacho en el centro de la ciudad. Llegué con el pulso alterado por las escaleras que había tenido que subir - suerte que era un primero- y maldiciendo mentalmente por el conocimiento empírico que decía que por lo menos me quedaban dos días más de subidas antes de que el ascensor volviera a traquetear trabajosamente por su oscuro hueco; y es que ya conocía el ritmo de trabajo del portero Tomás, viejo cascarrabias que se resistía a la jubilación al que sin embargo jamás le había recriminado nada. Yo no me entrometía en sus asuntos y él no lo hacía en los míos. Así de esta forma nos podíamos saludar cada mañana tan asépticamente como el primer día. Sin una mota de simpatía pero tampoco de acritud: con respeto, característica ésta más apreciada para un detective utilitarista como yo.

Aun con el pulso alterado no dejé de lamentar, como cada mañana, que no fueran los años 30, época dorada de la profesión sabuesa, para dejar el sombrero con despreocupada puntería sobre un alto perchero detrás de la puerta. En estos tiempos de descaro hasta los cuernos se muestran sin pudor.
Lo que sí tenía era una silla giratoria en la cual me senté y me balanceé no más de un cuarto de vuelta izquierda-derecha, derecha-izquierda, mientras mantenía la mirada fija en la estantería de la pared donde descansaban los volúmenes de las Obras Completas de Charles Bukowski: "La máquina de follar, La senda del perdedor....." Todo un gran intelectual. Y entre balanceo y balanceo y reflexiones chinaskianas mis dedos se entretenían en sacar la costra de debajo de las uñas con un palillo de dientes que no sé de donde salió pero que, recordando lecciones maternas, hizo posible la máxima de que cualquier momento es bueno para el aseo personal.
Y en esas estaba cuando llamaron a la puerta y entró la mujer con las piernas más bonitas que había visto en mucho tiempo. Visión favorecida por una falda generosamente por encima de las rodillas. Dejé la manicura y con gesto automático me llevé el palillo a la boca, en donde lo retuve en su lado derecho, mientras le echaba una mirada de brutal descaro a sus magníficas piernas de forma deliberada. Ella no pareció inmutarse. Ni sonrió coquetamente ni bajó la cabeza con incomodidad, lo cual denotaba frialdad y seguridad en sí misma además de una clara conciencia de ser poseedora de un físico apabullante.

-Buenos días.-Dijo con la misma seguridad con la que entró y se sentó.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?
-A encontrar a mi marido.- contestó con sequedad. Enfado. En aquel momento decidí ayudarla aunque no de la forma en que ella esperaba.
-¿Debo entender que su marido ha desaparecido?
-Así es.
Me levanté. Abrí la puerta de un pequeño armario de esos convencionales de oficina y llené medio vaso de anís. Ella miró el vaso en mi mano y después mi cara con auténtica sorpresa. Iba a decir algo pero yo me adelanté.
-Mire, le voy a ser sincero. Hoy no tengo el ánimo como para hacer un trabajo de campo.
Rió corto y con dureza, con incredulidad y enfado.
-Perdón, ¿como dice? ¿Está usted bromeando?
Toda la tensión con la que llegó amenazaba con salir en cualquier momento a borbotones y yo no estaba seguro de poder controlar el torrente. -Creí que era usted detective ¿Es usted detective?
-Lo soy.
Segundos de auténtico cabreo en sus ojos mientras contemplaba atónita la figura de aquel fanfarrón -yo- con un vaso de anís en la mano a las nueve de la mañana.
-Perdone, no le molesto más.-Masculló mientras se levantaba con movimiento brusco en dirección a la puerta.
Ya con la mano en el pomo, la espeté:
-¿Cual fue el último regalo que le hizo su marido?
Se paró en seco ante lo inesperado de la salida. Sorbí del anís que me atravesó con su llama. Se volvió:
-¿Como dice?- Repitió la que debía ser una de sus coletillas preferidas con la ira típica del que se cree víctima de una broma pesada.
-¿Cual fue su último regalo......un vestido, un perfume, un colgante, una cena.....?
Quedó desarmada y pensativa.
-Una.....plancha industrial. A vapor.
Dejé que transcurriera unos segundos.
-Por favor, siéntese, quizás pueda ayudarla.
Se dejó guiar hasta la silla picada por la curiosidad que le suscitaba los métodos del detective panóptico.
Me coloqué detrás de ella, a la manera de la conciencia freudiana, y mientras le devoraba con la mirada sus estupendos jamones, comencé:
- Mire, quiero que se imagine en el centro de una habitación completamente vacía. Delante de usted una puerta cerrada. Abrirla y encontrar la ubicación exacta que le permita ver todos los aspectos de su problema será nuestra labor y el fruto de nuestras pesquisas.- Hice una pequeña pausa y contuinué: -Dice que fue una plancha y que su marido ha desaparecido. En principio no tiene por qué haber relación entre ambos hechos pero analicemos de cerca la cuestión.

Estaba lanzado, me tragué otra llamarada de anís y continué:

-Muy bien.. ¿por qué cree que le regaló una plancha y no por ejemplo, los clasicos del marxismo?
La tenía apabullada, hipnotizada. Aun así contestó con el titubeo normal y la curiosidad de saber en que terminaba todo aquello:
-Bueno, él se quejaba siempre de que los trajes no le quedaban impecables. Así que le sugerí que comprase una plancha mejor.
-¿Y entonces fue cuando él aprovechó alguna fecha señalada para comprarle la plancha, un cumpleaños, navidad....o fue por el contrario fruto de la pura necesidad?
-En San Valentín.
-¿Se lo esperaba o se sintió decepcionada?
-La verdad, me llevé un chasco. Fingí, por supuesto, pero.....no creí que fuese el día apropiado.
-Desde luego, lo comprendo. Pero dígame, analizando la naturaleza del "regalo", ¿acaso sería incorrecto inferir de ello que en realidad se lo regaló a sí mismo? Al fin y al cabo era él quién saldría a la calle con un aspecto mejorado gracias a la plancha a vapor que supuestamente le regaló a usted.
-Sí, desde luego. Recuerdo que iba más ufano, más perfumado y fatuo.
-¿Le molestaba?
-Sí!! ¡¡Cuando salía conmigo nunca se acicalaba tanto!!

Cada vez se agitaba más en la silla y cada vez se acercaba más a la conclusión dolorosa pero liberadora. Yo por mi parte apuré el anís y me aproximé más a ella. Su pelo olía a champú de rosas, su pecho subía y bajaba y sus piernas me parecieron más increíbles que nunca.....ah, el anís.
Decidí dar un paso más:

-Y ahora su marido ha desaparecido. ¿Desde cuando?
-Tres días,- dijo con rencor creciente.
-Y dígame...¿iba...acicalado como usted dice?
-Sí,- contestó ya con rencor indisimulado.
-¿Perfumado y...con el traje impecable, planchado por usted con la industrial a vapor que le regaló en San Valentín?
-Sí...-de pronto se levanta y maldice al aire- ¡¡Maldito hijo de puta!! ¡¡Canalla!! ¡¡Sinvergüenza!!

Bueno por fin habíamos llegado a la catarsis final......ya solo quedaba la coda, que yo intentaría que fuese feliz:

-Y ahora dígame: ¿ aún quiere que realice ese trabajo de campo para encontrar a su marido, o prefiere cenar conmigo esta noche y le cuento los secretos del panóptico detectivesco.....?

Al principio su mirada fue de ira, como nublada todavía por la visión del cónyuge bribón, para después reir como si le hubiesen contado el mejor chiste de toda su vida.......

Sólo añadir a esta historia verídica que sí, que la coda fue feliz....aunque solo en lo que concierne a aquella noche porque al poco después tuve que desplegar el ala y buscar otro nido donde realizar mis actividades panópticas ya que el marido, que resultó ser de una fidelidad ejemplar, volvió al mundo de los vivos en un hospital en donde despertó de un coma inducido brutalmente por el golpe inciso-contuso de un ratero que le birló la cartera y su identidad durante cinco días......... ¡¡Al fin y al cabo yo nunca aseguré que el método panóptico fuera infalible!!

jueves, 12 de enero de 2006

Construcción del Panóptico.

Para la construcción del panóptico el Sátrapa (Gran Neuronal o Gran Hermano según Orwell) pasa muchas horas consultando mapas, planos de ingeniería, manuales de óptica, programas informáticos, tratados de matemáticas y física....., haciéndose asesorar por toda una cohorte de sabios de salón que dominan no sólo esas disciplinas sino muchas más. Pero todos parecían llegar a la misma conclusión: imposible. No había forma humana de construir un panóptico de tales dimensiones. Cierto que se habían colocado cámaras, minicámaras y micrófonos en cada calle y en cada casa de nueva construcción que enviaban ingente información a la Central Neuronal desde donde el Sátrapa daba rienda suelta a su pasión panóptica de control absoluto de las vidas de sus súbditos. Pero su pasión siempre quedaba insatisfecha. En efecto podía espiar los movimientos, conversaciones, amores y desamores de cualquier ciudadano elegido al azar. Pero lo que no podía controlar era eso tan odioso que tenían los hombres y las mujeres que los hacía diferentes de su amado perro zombi: ese interior, esa introspección, esa alma que los hacía impenetrables al escrutinio de la cámara y a sus inquisitivos ojos detrás de ella desde la Central Neuronal. Y eso le exasperaba y le quitaba el sueño. Él era el pretendido cerebro de ese inmenso organismo estatal de millones de células-almas que aún no había logrado someter por completo y mediante automatismo a sus ordenanzas y disposiciones. Por lo tanto el cáncer, el potencial de libertad que irradiaba desde el núcleo-alma de las células-súbditas era un peligro siempre latente, un tumor que crecería fagocitando a las células sanas-obedientes, una espada de Damocles siempre amenazante con caer sobre la cabeza del organismo estatal, la suya.

Debía hallar una solución. Hallar la piedra clave que soportara con garantías el Panóptico estatal. Hallar la forma de situarse en el centro mismo para controlarlo todo. Y la solución vino por sí sola del correcto planteamiento y del conocimiento profundo del problema. En efecto, si el problema estaba en los núcleos-almas de las células del organismo debía encontrar el modo de destruir dicho núcleo, o cuanto menos anular sus potencialidades mediante sustitución, confusión, embotamiento o cualquier otro medio análogo que diera como resultado la debilidad volitiva del alma con miras a una obediencia más orgánica que aparente de las órdenes emanadas de la Central Neuronal.

Así pues se planteó la idea y las líneas generales ante los Altos Funcionarios del Comité Ejecutivo Orgánico, el cual, después de meses de arduo trabajo técnico y estratégico, dio forma a un amplio programa de reeducación poblacional con el objetivo de bombardear el núcleo-alma de la misma, arrasar la práctica introspectiva y devastar su capacidad espontánea de generación de ideas. En definitiva, debilitar lo máximo posible las potencialidades del núcleo-alma de las células-ciudadanos que componían el organismo estatal para irlo sustituyendo paulatinamente por la Gran Alma y la Gran Conciencia que emanaban directamente de la Central Neuronal. Así, el Estado Orgánico sería por fin una realidad y la construcción del Panóptico habría puesto su última piedra definitiva.