martes, 24 de enero de 2006

El detective panóptico y el Diablo.

Me encontraba yo en mi despacho del primer piso leyendo un librito de poesía que una extraña y guapa chica se había dejado olvidado en un banco del parque, cuando llamaron a la puerta con tres golpes pausados y tranquilos, primer rasgo de personalidad a tener en cuenta para el detective atento y en especial para el panóptico que debe ser capaz de barajar tantas variables como le sea posible.
Era un tipo más bien gordo que delgado, moreno de piel y de pelo, el cual llevaba recogido en coleta, y con perilla egipcia. Entró con aire de misterio y receloso. Al instante me recordó a uno de esos sirvientes circunspectos con la mirada demasiado cargada de los secretos de su señor. Como luego tendría oportunidad de comprobar, algo de eso había.
Como el tipo aquel, por las razones que fuesen, me desagradó sobremanera decidí que no le iba a permitir que interrumpiese las reflexiones que me suscitaban un poema singular, y a su manera bastante panóptico, del librito de la bella chica; así pues, con un gesto le di a entender que aguardase mientras yo leía para mis adentros:

¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada . Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén

¡Admirable!, pensé mientras recordaba los momentos sublimes que había pasado en mi beato sillón del despacho entregado a mis meditaciones panópticas. Mientras me regodeaba en mis pensamientos el tipo empezó a manifestar inquietud en forma de carraspeo y recolocación de su cuerpo en la silla. Cuando abrí los ojos allí estaba con su cara de lacayo, mirándome fijamente. Con pesar y sacrificio decidí ponerme a trabajar, ¡las facturas no esperan!:
-Bien, ¿en qué puedo ayudarlo?- Dije por fin.
-Necesito que encuentre a esta persona.-Dijo sin ambages entregándome un foto de alguien que al instante reconocí como la chica del libro olvidado en el parque. Aquello era ciertamente desconcertante, demasiado casual...extraño en definitiva.... Por ello decidí ponerme en guardia y ahogar en la cuna cualquier signo de emoción que delatara mi sorpresa.
-Debo preguntarle por qué no ha acudido a la policía.
- Ya lo he hecho. Pero me siento mejor si pago a un profesional para que se ocupe en exclusiva de mi caso.
El lacayo mentía con cada palabra que decía. Aún así, con el rostro de la chica y el poema en mente, decidí seguirle el juego. Lo más curioso de todo es que creí percibir que él sabía que yo sabía que mentía como un canalla, sin importarle lo más mínimo.
-Entiendo. Dígame ¿qué relación guarda con usted, es su esposa?
-No.
Hubo un duelo de miradas. La suya además sonreía con un rictus maligno. Decidí seguir haciéndome el sueco, en estos casos siempre era recomendable:
-¿Entonces?
-Digamos que es una amiga de la cual estamos preocupados.
-¿Estamos?
-Sí, la familia.
¿Qué familia, la de ella o la de usted?
-La de los dos. Perdone que no pueda ser más claro pero es todo lo que le puedo decir. Aquí, en este sobre, encontrará el dinero por adelantado de sus honorarios y los datos necesarios para su trabajo. Ahora la decisión es suya.
Efectivamente, como bien había dicho el gordo misterioso, la decisión era mía. ¿Pero era mía de verdad? Tuve la sensación de que alguien movía los hilos, incluidos los míos, lo cual a la vez que me enfadaba picaba mi curiosidad y mi actitud suicida de aceptar desafíos.
El lacayo, a todo esto, como si se limitara a cumplir con una misión, se levantó y se marchó sin esperar respuesta. Lo que estaba claro es que el dinero no era un problema para él.
Abrí el sobre, en el cual había una dirección escrita, y saqué de él un suculento fajo de billetes y una serie de fotos que eran todas variaciones sobre un mismo tema: la chica del parque.
Las observé con detenimiento fijándome especialmente en la expresión de su cara, completando sus movimientos a partir del gesto congelado, la viveza de su mirada a partir de los ojos petrificados.....El caso es que me daba buenas vibraciones.
Decidí coger la botella del mono loco y llenar un vaso para que inspirara a mis neuronas con sus gracejos y volteretas y me ayudara a tomar una decisión sobre un asunto que, desde luego, pintaba feo mirase por donde se mirase, a pesar de lo cual, mi mente se enfocaba una y otra vez en la expresión de la chica del poema panóptico. Mi intuición me llevaba a ella, y esa intuición me inclinó por fin a decidirme a aceptar el caso, que en realidad, sabía en mi fuero interno, era un falso caso.
Falso o verdadero cogí la pasta (que era muy verdadera), las fotos y salí a la calle.

Una vez en ella encaminé mis pasos hacia el parque de forma precipitada con la vista reconcentrada dirigida al suelo. El cielo amenazaba lluvia y el paraguas negro como siempre había quedado en su paragüero En el parque, en cuyo centro había una estatua de un famoso político que estaba hasta la coronilla de mierda de paloma, me senté en el banco donde se había sentado la misteriosa chica del librito y desde ese punto focal dediqué una mirada expeditiva y de amplia perspectiva en derredor, buscando no sabía muy bien qué. Quizás una idea. La idea no llegó aunque sí una gitana de esas que se empeñan en darte una ramita de romero y leerte la mano. Yo me dejé hacer. Y después de augurarme de que tendría dos niños preciosos y de que me iba a tocar la lotería fue cuando me vino la idea.
-Eh, oiga, ¿no habrá visto usted a una chica que leía un libro justamente en este banco esta mañana temprano?
La gitana enseguida me mira oblicuamente y con cierta ojeriza:
-Ay, ¿no será usted pulisía?, ¿verdad?
-¿Yo? No mujer, que voy a ser.
-Es que mi papa me lo tiene dicho siempre, "no hables con la pulisía que sólo por ser gitanita te meten en la cárcel".
-Ya le he dicho que no soy pu... digo... policía. ¿Dígame la ha visto o no la ha visto?
-Si quiere que se lo diga tendré que ver también su otra mano, pá saber su h'intensiones.
-Ya veo que domina bien los entresijos de su empleo eh? Ande, aquí tiene.-Dije extendiendo la mano izquierda con la palma hacia arriba.
Ella la observó meticulosamente haciéndome cosquillas con sus largas uñas mientras me relataba de nuevo el consabido rosario de obviedades. Según parece todo era felicidad y suerte en mi vida. Al cabo de la sesión me reclamó la voluntad, la cual nunca debía ser menor de cierta cantidad.
-Mira payo, como veo que eres de buena ley te diré que la niña morena esa guapa que buscas se puso a discutir con dos calvos mú largos y con perillas que la metieron en un coche negro como el pelo de mi sarai y ya no sé más.
-¿Y eso cuando fue? ¿Hace mucho?
-Ay, ¡y yo que sé payo! Tantas preguntas me están mareando, ¿tú de verdad no serás pulisía no? Que mira que mi papa ma'dicho.....
Dejé de oírla; saqué del bolsillo el sobre que me había dado el lacayo gordo y leí la dirección escrita en él. No me lo pensé dos veces y decidí meterme en la boca del lobo.
El taxi me llevó a una Urbanización que estaba en una colina desde donde se tenía una amplia visión del mar, que en ese día plomizo y ya atardeciendo era gris. Nos paramos frente a lo que parecía ser un conjunto residencial de forma rectangular. Me acerqué a la puerta que era de madera maciza a doble hoja y llamé. Al poco después asomó el careto un tipo calvo y con perilla, como no.
- Me están esperando.- Dije sin más.
-Pase.- Contestó a su vez el calvo, también sin más.
Fui conducido hasta una habitación, especie de despacho, cuya puerta de madera, también doble pero de decoración profusa a base de tallas arabescas, tenía como tiradores a dos cabezas del bifronte Jano. El calvo silencioso y circunspecto abrió la puerta sin llamar echándose a un lado para dejarme pasar. Pasé y la puerta se cerró tras de mí. En el interior se encontraba un tipo gordo y grande interpretando sentidamente a violín una pieza para virtuosos a base de escalas y cromatismos a velocidad endiablada. Yo aproveché para echar un vistazo, un retrato fotográfico enmarcado de Aleister Crowley y una representación tridimensional del Universo aristotélico fueron, entre tanta fruslería de buhonero heterodoxo, lo que acapararon mi atención.
De pronto, con la cara echada sobre el violín, me clavó dos ojos inquisitivos y penetrantes. Interrumpiendo bruscamente su interpretación me dijo:
-¡Ya ha llegado! Le esperábamos.
Yo saqué del bolsillo interior de mi raída chaqueta el sobre con el dinero.
-He venido a devolverle esto.- Dije al tiempo que lo arrojaba sobre la mesa.- Usted me contrató para encontrar a la chica pero yo he venido para lo contrario, para llevármela.
Rió con malicia.
-Vamos, vamos, dejemos eso por ahora. Ya habrá tiempo.- Dijo misterioso.- Baste con que sepa por ahora que esa chica ha sido impura y que usted está aquí para salvarla.-Iba a hablar pero me interrumpió ,-mire, le venimos observando desde hace tiempo. Es más, no hace mucho resolvió usted brillantemente un caso para uno de nuestros más destacados hermanos, y más influyentes desde la cima del poder, !sí! ¿le extraña?- yo no había manifestado ningún signo de sorpresa, pero lo dejé que terminara lo que parecía iba a ser una larga masturbación pseudointelectual,- no debería, nuestras ramificaciones mundiales y nuestra presencia en los centros neurálgicos y de toma de decisiones es muy profunda aunque aún no completa. Por ello estamos reclutando a individuos que por sus características en realidad, de una manera espiritual, ya pertenecen a nuestra hermandad. Lo único que les falta es la conciencia del trabajo grupal enfocado para un determinado fin. En resumidas cuentas, lo que les ofrezco es el cumplimiento de su destino. Y por eso está usted aquí.
Recogió del suelo un gato negro y empezó acariciarlo con una mano en la que resaltaba el rojizo fulgor de una piedra que lucía en su dedo anular.
-Ya veo que también usted tiene afición por los gatos, ¿también piensa desollarlo vivo como su amigo Crowley?
-jajaja.. No crea todo lo que digan sobre mí.... Sí, ha oído bien,.... sobre mí. Porque yo soy su reencarnación actual. Y he venido para proseguir la obra y culminar el templo, en el cual usted puede tener el honor de participar, porque debe saber que los individuos panópticos como usted son especialmente luciféricos.
- Me siento halagado. ¿Así pues estoy siendo tentado como Cristo en el desierto?
Rió con desprecio.
-¿Ese?...jajaja, -bajando la voz se acercó a mí- a ese lo tengo de barrendero en el infierno.
Aquel tipo en su delirio me empezaba a resultar divertido.
-¿De veras?
-¿No me cree? Tiene usted que saber que aquel piojoso vagabundo se dejó tentar cuando le puse el mundo a sus pies. Jajaja, Y bien que cumplí con mi parte del trato ¡Más de la mitad de la humanidad se arrodilla ante su imagen en los templos! jajaja- rió con ojos lleno de satisfacción maligna para decir:- sin embargo a él lo tengo purgando su pecado en el círculo más profundo del averno.
Aquel tipo parecía haber llegado ya al espasmo final, por lo que decidí contraatacar:
-Muy interesante, de verdad, pero dejémonos de teologías y volvamos a la antropología, ¿dónde está la chica?
-¿La chica? La chica será sacrificada a las potencias espirituales de la naturaleza, mis queridos devas. Antaño se les tributaban bastantes sacrificios. Hoy, por desgracia, esa práctica está en desuso. ¡Pero yo, siempre benevolente con mis criaturas, las sacio de vez en cuando y usted- dijo señalándome con su índice regordete- oficiará el acto!
-¿No me diga? Mire le diré una cosa tonto del culo, bola de grasa mefítica, no me agrada, no me gusta, es más, me da como tres patadas en los cojones que me adjudiquen el papel de protagonista sin haberlo pedido. Y ahora, después de haber sido paciente y generoso ante tal potaje de gilipolleces, dígame donde está la chica.
Se me quedó mirando fijamente a los ojos con su estúpida sonrisa de autosuficiencia cuando sentí como si todo el puto Big Bang estallara en mi mi cabeza. Fue un dolor breve pero intenso que supuso la caída del telón para mí.

Emergí de pronto del fondo de mi agujero negro ayudado por los guantazos que un tipo de mirada dura y calvo como la luna me propinaba. Eran cuatro, todos con capuchas negras y perillas, uno de los cuales portaba una botella de anís y una caja de pastillas. Fue ver la botella y alegrarme de ver algo agradable y familiar entre tanto loco desatado. El tipo de la botella se me acercó y sin pedir permiso intentó que todo el contenido pasara del buche del simpático mono al mío. Yo me resistí, no porque me desagradara el anís, que de sobra es conocido que no, sino por mi manía de hacer las cosas que me concernían directamente cuando a mí me diera la gana y no a los demás, por ello resultó de lo más natural del mundo el que yo le vomitara al tipo cada gota que intentaba forzarme a beber, quedando el colgado calvorota como un gapo de pegajoso y dulce anisete. Lo malo fue recibir la somanta de palos de dimensiones diluvianas que caía sobre mí.
Sea como fuere el caso es que el pringado (nunca mejor dicho) logró que pasara el suficiente líquido y las suficientes pastillas como para hacerme sentir, además de mareado, con los músculos fláccidos y el control de mi cuerpo perdido. Pero justamente en esta situación es cuando mi naturaleza panóptica vino en mi ayuda. Y es que fue suficiente esa conciencia como para hacer brillar un punto diminuto y lejano en mi interior al que me aferré como tabla salvadora de mi naufragio físico.
Fui conducido a rastras a algún sitio lleno de gente con túnicas negras que entonaban cánticos. Yo debía ir por un pasillo central ya que a ambos lados veía ojos encapuchados que me observaban al pasar. Al final del pasillo pude ver como un escenario que se elevaba en un plano superior. Allí fui conducido y sentado en un silla a la cual me amarraron para que no cayera. Efectivamente mi cuerpo podía caer como un plomo muerto, pero lo que no sabían esos mentecatos es que yo estaba agarrado al puntito de luz de mi conciencia que iba creciendo y acercándose a medida que el tiempo pasaba.
De pronto el escenario quedó en penumbras y los cánticos cesaron al mismo tiempo que, de no se sabe donde, apareció sobre él el Hierofante, el Gran Maestre o, dicho en mi lenguaje, el gordinflón chiflado con ínfulas de Príncipe de las Tinieblas.
Ahuecando la voz con fanfarronería empezó:
-¡Hermano! Estás aquí convocado para ser enfrentado a tu destino. Tú eres uno de los nuestros. Tú ansías lo universal, el conocimiento, ¡la sabiduría! Tú ansías descubrir el punto ¡Sí! ¡El Punto Panóptico del Universo! El punto desde el cual todos los secretos te son revelados; el punto desde el cual el Gran Arquitecto trazó la Circunferencia de la Creación, la piedra filosofal de los alquimistas....
Sus palabras inmediatamente tuvieron el efecto de un imán para mí, ejerciendo un embrujo extraordinario. Las garras con las que me aferraba a mi punto interior habían relajado un tanto su presión.
-Sí, el punto, el punto...-, me sorprendí balbuceando casi sin querer.
El Hierofante continuaba:
-El punto es Lucifer, el Hijo sin el cual nadie puede contemplar la Obra. Es la luz del Conocimiento, la antorcha que alumbra el Templo de la Creación. ¡Oh hermano! ¿quieres contemplar la Creación?
-Sí, sí quiero, quiero.
-¿Crees en Lucifer, fuente de sabiduría, que tiene su Trono en el mismo Punto Panóptico del Universo?
-Sí sí creo....- Mi punto interior menguaba más y más y mi conciencia se iba enfocando en la búsqueda y ansia del punto exterior.
En ese momento soltaron las amarras que mantenían mi cuerpo erguido para que dos fuertes manos me auparan por los sobacos llevándome ante la presencia del poderoso y enorme Hierofante al que miré por primera vez con temor reverencial. Él sonreía malignamente, satisfecho por su triunfo sobre mi alma. Entonces se hizo a un lado y apareció ante mi confusa e inestable mirada la figura de la chica, tumbada, amarrada y completamente desnuda.
-¡Hermano! La llama, el fuego es el símbolo de nuestra fe; quién traicione al fuego deberá ser sacrificado y purificado por el fuego, y el que pretenda alcanzar el Punto debe entregar al fuego de la sabiduría una víctima para mantenerlo vivo por siempre en su interior. Debes alimentar tu fuego, ¡oh aspirante de los secretos! ¡Hágase la voluntad de Lucifer! ¡Purifícala a ella y haz que la llama divina entre en ti...!!
Mientras hablaba me puso una antorcha en la mano que yo levanté con decisión fanática...el coro continuaba en la sala agobiante y conminativo ¡"Purifícala...que la llama divina entre en ti!". En ese momento mi mirada se cruzó con la de la chica....
-¡Haz que el fuego entre en ti...el Punto Panóptico te espera!
El punto panóptico, el punto panóptico....
De repente mi punto interior empezó a brillar de nuevo, mi intuición hizo volverme hacia él y de las pupilas de la chica salió el verso: "Los ojos no ven, saben". La miré fijamente, sabiéndola. Sus ojos volvieron a recitar: "el instante lo exalta...sin vaivén". Mi punto interior se agrandaba....
De pronto grité y volviendo a levantar la antorcha me volví a la cara de mal triunfante del Gran Gilipollas del Universo que comprendió al instante lo que iba a suceder a continuación, su expresión se tornó seria para pasar a aterrada cuando descargué sobre él toda la sabiduría del fuego sagrado.
-jejeje, no querías fuego cretino, pues ahí lo llevas para que ardas en la luz del conocimiento..jajaja
La enorme bola de sebo comenzó a arder y a gritar histéricamente. El fuego sagrado tendría trabajo antes de lograr consumir tanta mole de Ignorancia y Soberbia.
Mi punto panóptico interior ya brillaba grande cómo un sol, haciéndome sentir lúcido y con la fuerza suficiente como para empujar, por el prosaico método de la patada en el culo, al Hierofante sobre los monjes negros que ya corrían sobre mí con afán vindicativo.
-Ahí lleváis al Maestro, doraito y en su punto, ¡adoradlo, malandrines! jajá jajá..
La verdad es que me encontraba un poco desquiciado. Era el anís que corría por mis venas que pasado por la criba de mi punto ya refulgente le daba ese toque personal y como alucinado a mis cogorzas.
Mientras el caos lo invadía todo y ya nadie pensaba en ajustarme las cuentas sino en mantenerse libre de la barbacoa, desaté a la chica que !uau! ¡qué perolas!¡qué muslos!..¡Y que yo no me emocionara antes ante la visión de tan Magna Obra!¡Había que ser fanático idiota! En cualquier caso controlé mi libido y le ofrecí gentilmente mi chaqueta para que cubriera la serranía de su cuerpo.
Aquello se estaba poniendo feo de verdad. Era un infierno donde decenas de luciféricos panópticos ardían como cucarachas.
Sin embargo la cuestión era salir de allí en seguida por lo que eché una mirada de las mías, expeditiva e implacable, a la sala. En seguida descubrí, casi oculta por una espesa cortina, lo que parecía ser una puerta de emergencia. Por allí salimos al aire frío de la mañana de un nuevo día que despuntaba. Nos sentamos al borde de la carretera que circundaba la colina tosiendo como locos. Ya más tranquila la chica me mira y me dice:
-Pero ¿quién es usted?
-¿Yo? Verá, he venido para devolverle esto.-Dije mientras le sacaba el librito de la chaqueta para dárselo, -se lo dejó en el parque esta mañana, quiero decir ayer por la mañana.
-No me lo puedo creer.-Dijo con incredulidad sincera.
-Pues créaselo. Ha sido salvada por la Poesía y las obsesiones de un detective panóptico.
En ese momento detrás nuestra escuchamos un grito desgarrador. Era un luciférico envuelto en llamas que corría hacia nosotros con los brazos en alto, nos hicimos a un lado, precipitándose como una estrella caída del cielo colina abajo. En el horizonte el mar paría al Sol. Nos quedamos en silencio contemplando las maravillas de la creación.

No hay comentarios: