jueves, 16 de febrero de 2006

Eva

Conocida es la historia, al menos en sus líneas generales. Dios, el Ser Panóptico por antonomasia, previó claramente los peligros que amenazarían al hombre solitario: "seguramente se dará al vicio o llegará a ser criatura tan fatua como aburrida, deambulando por el Jardín como sombra homúncula mas que como corona de mis esfuerzos creadores. No. No es bueno que el hombre esté solo, ¿en qué quedará entonces mi orgullo de divino alfarero si de este barro moldeado me sale un imbécil ocioso, incapaz de contener por sí solo mi divina herencia?"
Fue así como se decidió la venida a la creación de la mujer, para dar solaz, esparcimiento y motivación al gris varón. Pero conviene no engañarse sobre este punto ya que no fue por el hombre ni tampoco por la mujer en sí por la que ésta vino a ser, sino por el prurito divino de ver malogrado y a la deriva al que se suponía cima de su Obra y descanso de sus días.
De esta forma, Dios, aprovechando el habitual sopor adánico, le arrancó de sí parte de su esencia divina que le había insuflado en los días fundacionales y creó del barro de su barro a Eva, moldeada de forma más agraciada y de piel más suave que Adán. Éste, al despertar, se la encontró a su lado sumida en el sueño transitorio a la vida y notó al instante una punzada en el estómago, que era un gozo y un dolor al mismo tiempo, el primero que sentía y simiente de la caída. Levantando los ojos a los cielos azules dio gracias a Dios por tan maravilloso presente.
Eva era estupenda. Junto a ella Adán sonreía y su espíritu resplandeció como los ojos de Dios en las noches de tormenta, siempre alegre y liviano, correteando por el jardín, ora persiguiendo a Eva, ora perseguido por ella, los días pasaban apacibles, despreocupados. Pero cuando todo hacía pensar en lo eterno de este orden cósmico, Eva empezó a mostrar cierta inquietud inusitada. Algo le rondaba la cabeza. Su risa, antes tan pura y fresca como las aguas de las fuentes del Edén, se había tornado en ocasiones opaca y triste.
Un día, mientras descansaban tumbados de sus correrías sobre la hierba y bajo el árbol prohibido, le dijo pensativa a Adán:"¿Por qué el cielo es azul? ¿y por qué es roja la manzana que cuelga de esa rama?....¿y como sabrá, parece tan apetitosa?" Adán respondió alarmado y asustado: "sí, pero de este árbol no debemos comer, acuérdate..." Eva lo recordaba, cómo olvidar la tronante voz amenazante: "¡De este árbol no comeréis!" Pero, ¿por qué Dios había hecho germinar del único árbol prohibido el más sabroso fruto del Edén? Esta pregunta se la hacía Eva día y noche.
Una tarde apacible soñó bajo el árbol que Dios, en forma de serpiente, le ofrecía la manzana y que ella la tomaba y comía. Al abrir los ojos la vio roja colgando de la rama y alargando la mano la tomó y, sin conciencia clara de si dormía o no, mordió. Con cada bocado su deleite se acrecentaba y entonces se percató del cuerpo desnudo de Adán junto a sí; empezó a besarlo y a acariciarlo, guiando al turbado y torpe hombre primigenio por un nuevo mundo de sensaciones vedado a su carne hasta ese momento......
Dios, en el centro de todo, observaba la escena feliz.......por fin su obra emprendía el camino de la tragedia que haría a los hombres semejantes a dioses.