martes, 19 de abril de 2011

Poema de un camarero de burdel

a las chicas del club latidos

El club no era un hotel, no no, ni la sala una sala de fiestas, los clientes no iban a dormir ni a bailar, iban sencillamente a follar, era lo que en otros tiempos se podía llamar un burdel y las señoritas no eran señoritas, eran putas... o señoritas que cobraban por follar: putas. Era palabra prohibida, sin embargo, tabú, y hasta los tacos había que podar y decir "me cago en..." lo que sea menos en la puta. Empezaba a las seis y había que preparar las barras, las luces, el equipo de música, máquinas, monitores, cortar rodajas de naranjas y limones, reponer las baldas de whiskys, rones, ginebras...y entonces podía pasar que entraba el primer cliente y no haber chicas en la sala, y había que avisar a la "Mami" que las echaba escaleras abajo, y solías ser tú, Olga, la primera, siempre con tu conjunto blanco de dos piezas que contrastaba con tu piel cobriza de colombiana educada, y yo te observaba engatusar al señor, tus pechos magníficos de fascinación pendular y al final me llamabas "David, por favor, me pones un gintonic. Me invita el caballero" entonces yo al caballero miraba y el caballero afirmaba, pero cruzándonos las miradas, Olga, nos reíamos con los ojos cuando 20 euros (12 de comisión para ti) le cobraba por media tónica en tu copita estilizada haciendo como que ponía ginebra sin echarla porque la noche sería larga y tú eras prudente o con algunos años ya de profesión sobre las espaldas, no como otras más jóvenes o ya perdidas y sin rumbo que terminaban alcoholizadas. Pienso en Vanessa, en sus 20 años de alegría y borracheras, en Barby que después de muchas copas y de poco trabajar, frustrada, enseñaba las grandes tetas, rompía a llorar y rompia vasos y rompia todo y amenazaba clientes y había que llevársela, también pienso en Simona, de ojos melancólicos ¿qué pensaste aquella noche cuando sobre la barra llorabas, en Rumanía, en tu pueblo, la familia? luego te sacudiste la tristeza y fuiste a la caza de alguno que te quisiera pagar, muchas veces deseé estar del otro lado, del otro lado, sí, del otro lado, y pagarte Simona y pagarte Vanessa y reírnos desencajados mientras derramo mi dinero sobre vuestra piel y el alcohol y el sexo nos hace desear el fin del mundo, sin mañana y sin ayer, pero por otra parte no y todo se mezcla confuso el deseo y la repulsión, y pienso en Flori, tan delgada y frágil (¡y qué nombre tan apropiado se puso!) sentada con las piernas cruzadas reía divertida por mis olvidos de camarero novato, otras me insultaban...Sofía, Melissa... menudas busconas. Belén, qué sonrisa de niña más encantadora, deja a Antonio el gordo, nunca dará el paso, ¡siempre con la vana ilusión de encontrar un príncipe azul (aunque sea viejo, cojo y feo) generoso en euros!, vuelve con tus hijos a Bogotá, ya ahorraste suficiente. Pienso en ti Isabel, ¡qué gran corazón! y como te ibas despojando en el escenario deslizando tu sexo por la barra (siempre pedías tanqueray para limpiarla) con la música de Chris Isaac noaaaaaa... want to fall in love... me dijiste que me cuidara y me deseaste suerte y tú Maite, que me abrazaste con rocío de rímel en los ojos cuando os dije que me marchaba. Sí, os dije que me iba, harto de las mismas canciones noche tras noche, de humos, de borrachos, de algunas de vosotras, solo quería salir de aquella lúgubre cueva de 12 horas, caminar bajo las estrellas, que el viento en la cara me diera.

¡Cuidaos vosotras!

y volved a vuestros países sin decir a nadie lo que hicísteis ¿para qué? tan solo construid un futuro con el dinero ganado con el sudor de vuestras caricias en la

sucia España.

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