lunes, 14 de mayo de 2007




Hubo muchos aplausos que resonaron como procedentes de miles de espectadores. De hecho hubiera jurado que una multitud de sombras se extendía más allá de las paredes si no fuera porque aparecían sin embargo del lado de "acá"... En cualquier caso era evidente que la canción provocó un gran efecto entre los concurrentes. Algunos seguían coreando lo de “¡Podría, matarte...!” con los rostros transfigurados por la emoción.
-¡Qué profundo!
Sin poder sufrir más al cínico pelirrojo me aparté de él y deambulé por entre los corros, los sillones y las mesas. Por más que andaba nunca llegaba a la pared del fondo, y sin embargo la tenía delante, a pocos metros. Alguien me puso una copa en la mano que bebí de un trago. Mi paladar detectó un wisqui de buena calidad. Cada una de mis células agradeció el efecto. Sin saber cómo me sorprendí asiendo otra copa. Es verdad que había camareras repartiendo bebidas pero me resultaba imposible establecer el momento exacto en que había sido servido por alguna de ellas. Las caras con que me cruzaba eran grandes y viscosas, y me sonreían.
-Hermosa fiesta, ¿no le parece? Tome, úselo.
Era un cuchillo. Alguien de rasgos imprecisos me lo puso en la mano. Tenía la hoja ancha y una longitud suficiente… Unos ojos grandes se aproximaron y me señalaron exactos el cuello terso y desnudo de una de las camareras. Una boca húmeda se frunció en una mueca de la que brotó una carcajada. Yo me sentía flotar en una extraña sensación de irrealidad creciente…

5.
Abrí los ojos pero un brutal puñetazo de luz me los cerró.
Medio inconsciente me levanté del sofá y bajé la persiana de mi despacho. Después seguí durmiendo profundamente, soñando con bellos paisajes invernales, oscuros pasadizos y cuellos blancos…

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